El valor de la palabra en la vida pública

Cristina y Alberto se saludan en la Asamblea Legislativa, el 1° de marzo

La palabra tiene un valor fundamental en la vida pública. Crea y transforma la realidad , de allí el consejo clásico de hablar lo indispensable y pensar bien antes de hacerlo; de manejar la expresión y el silencio con sentido de oportunidad.

El desafío de la política es que se trata precisamente de hablar, del uso constante del lenguaje y la simbología. A fin de cuentas es el arte de la persuasión, por lo que la palabra es la herramienta por excelencia para el pensamiento y la acción en la vida política.

Desde esa óptica, la palabra tiene rango de institución fundamental en el sistema , el vector que lo une todo y lo atraviesa. Cuando una persona ocupa transitoriamente un cargo público y habla, no lo hace en nombre propio sino por cuenta y orden de lo que representa. Saber cómo y cuándo hablar se convierte de un acto sabio en un deber, que toma aún más peso en un mundo donde la tecnología amplifica el alcance de la comunicación a velocidad de vértigo.

Lo dicho aplica a la contracara de la palabra, el silencio. Si hablar mucho es peligroso, callar siempre presenta riesgos. Sea por aquello de que el que calla otorga, o porque el mono no habla porque no tiene nada para decir. Hay veces que toca hablar, fuerte y claro, para evitar el vacío, tan desaconsejable para el poder.

Una causa central de la degradación argentina es la pérdida de valor de la palabra en la vida pública. Es un síntoma de larga data que se ha acentuado hasta apologéticamente en los últimos dos años. En la extraña trilogía del poder político actual, unos hablan mucho, contradictoriamente y en vano; otros callan, cuando...

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