Entre la valentía de la fiscal y la sonrisa de Boudou

Cecilia Goyeneche, fiscal anticorrupción de Entre Ríos

Aunque estemos acostumbrados, aunque las hayamos naturalizado, sorprenden las cosas que es capaz de hacer el sistema para garantizar su supervivencia. Sabíamos que el tiempo es relativo y está en relación con el espacio, y que depende asimismo del observador. Lo raro es que un grupo de jueces venga a ratificar los insondables enigmas de la teoría de Einstein mientras se aboca a su tarea con un fin eminentemente práctico, muy alejado de la ciencia. Sobre todo, de la ciencia jurídica.

Ocurrió esta semana, en Entre Ríos. Pero no es una excepción. A lo largo de las últimas décadas, la Justicia argentina ha demostrado que conoce y maneja todos los secretos del tiempo . Así, en un alarde de elasticidad, una sentencia puede demorar en llegar diez, quince, veinte años, lo que haga falta para que se la trague un agujero negro; o, por el contrario, unas pocas semanas. Las que demoran años luz son las que corresponden a causas de corrupción en las que se simula que se juzga al poder. Las que viajan a la velocidad de la luz son aquellas en las que se juzga a los que juzgan en serio al poder. En nuestro país la justicia, como el tiempo, depende también de la posición del observador . Y es así como se perpetúa el sistema.

No hablo, por supuesto, del sistema en el que se supone vivimos, bien descripto en la Constitución Nacional, sino del otro, aquel que se ha ido consolidando desde mediados del siglo pasado y, con lógica mafiosa, se sostiene en el poder de corporaciones que ven en el Estado un botín a usufructuar. Lo que de un lado se quita, falta del otro: los privilegios que han concentrado estas elites más o menos encubiertas han producido un Estado inviable, una economía enferma, una política agonal y un país en el que la mitad de los argentinos son pobres. Ese sistema al que se aferran ha crecido como una mancha y también nos comprende, se ha vuelto nuestro hábitat, es el aire tóxico que respiramos . De un modo u otro, todos participamos de él. Sin embargo, hoy parece agotado: ya no hay de dónde sacar. La gran pregunta es si la sociedad será capaz de exigir e imaginar un camino alternativo y de reunir el coraje para emprenderlo.

Como tantas mujeres ante la corrupción endémica, Cecilia Goyeneche está decidida a dar batalla por la aplicación de la ley. No está sola.

Por eso, entre los muchos antagonismos del presente, quizá el más relevante sea aquel que se despliega dentro de la Justicia entre...

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