Vacío: el debut de Guillermo como DTse mimetizó con la escenografía

E s un símbolo. De cómo somos, de cuán bajo hemos caído. Un ídolo futbolero vuelve a su casa, después de 16 títulos con pantalones cortos, valentía, goles y picardía, y las tribunas están vacías. Un grupo de especialistas y un par de curiosos: la Bombonera es un desierto, ya no respeta ni a un hijo pródigo. Tiene su explicación: debe cumplir una fecha de suspensión por el bochorno en el clásico copero contra River de casi un año atrás. Oficia como ironía: la vuelta de Guillermo Barros Schelotto, ahora de saco, con experiencia, oficio y ambición del otro lado del mostrador, mereció otra bienvenida. Banderas, cánticos, el Guillermo a modo de sinfonía extendida en la letra "e" que descansa en el medio de su nombre. El contexto, sin embargo, fue otro: sin el cariño ni el aliento de casi siempre, el partido contra Racing por la Copa Libertadores (un trofeo que sostuvo cuatro veces) se reduce al bolsillo de su pantalón: así de chiquito. Con un entrenamiento apenas, detrás de la despedida de Rodolfo Arruabarrena, éste Boca no tiene nada de lo que hizo gigante al Mellizo. Ni fútbol, ni habilidad, ni gol, ni viveza. El 0 a 0 lo desnuda, a tientas en el torneo local, también a media luz en el certamen internacional. Barros Schelotto tuvo un debut vacío, desabrido.

Eran las 19.26 cuando pisó el templo en el que se divirtió de joven. De saco, pantalón de vestir, saludó a Diego Milito y abrazó a Facundo Sava, y algún duende del recuerdo anduvo dando vueltas de aquellos viejos tiempos de corazón tripero. Hoy es otro: se ríe poco, enérgico, movedizo, de una punta a la otra del banco de suplentes en el que se sentó, de a ratos, por primera vez. A metros, apenas, de donde enamoró a los hinchas, en la misma banda. Se agarró la cabeza cuando Lodeiro cerró los ojos en una acción inmejorable y se tomó allá arriba, otra vez, cuando Jara mandó un remate cruzado que pasó más cerca en sus ojos que en la realidad.

Gritó, se enojó, aplaudió, se paró y volvió a sentarse. Un exceso de gestos en una hora y media que ya supera la serenidad zen del Vasco en 18 meses. Se sintió, eso sí, más cómodo, más a gusto, con los últimos 30 minutos del gris equipo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR