La unión los hizo fuertes

Nicolás, Tomás, Lucas y Benjamín no cabían en sí de la alegría. Junto con otros compañeros del Colegio Ecos habían viajado al Chaco para realizar tareas solidarias en una escuela rural del Paraisal. Durante varios días, el grupo de adolescentes porteños compartió trabajo, experiencias y juegos con chicos y maestros del lugar. Un enorme cartel de colores, pintado entre todos, sintetizaba la mayor enseñanza que esos días les habían dejado: "Sabernos juntos nos hace fuertes". Por eso, a punto de regresar a Buenos Aires, los cuatro amigos se fundieron en un abrazo profundo, emocionado, pleno de felicidad.

No sabían que estaban a punto de subir a un micro manejado por un conductor inexperto, no calificado y contratado en forma irregular. Tampoco podían saber que, todavía lejos de allí, un hombre alcoholizado se aprestaba a empuñar el volante de un camión y, tras hacer decenas de kilómetros en zigzag, en un trágico segmento de la ruta nacional 11, ya en Santa Fe, chocaría brutalmente con el micro cargado de estudiantes.

La colisión arrancó, absurda y cruelmente, la vida de nueve chicos (Julieta, Justine, Delfina, Lucas, Daniela, Juli, Nicolás, Federico y Benjamín) y una docente (Mariana).

Pero la muerte no pudo adueñarse de todo en aquella terrible madrugada del 8 de octubre de 2006. En medio del dolor más arrasador, varios padres que hasta ese momento no se conocían, hicieron nacer un vínculo duradero, activo, decidido a construir pese a la desolación. Crearon una asociación civil llamada Conduciendo a conciencia; pelearon como leones para que el tema de la inseguridad en las rutas cobrara entidad en la agenda pública, pidieron audiencias con las más diversas autoridades del poder político, lanzaron campañas educativas; impulsaron la sanción de la ley 26.353, destinada a marcar un antes y un después en el modo de abordar la problemática vial en nuestro país. Redoblaron, además, la apuesta de sus hijos, implementando una campaña de solidaridad que llega a escuelas y hospitales de Santiago del Estero y Chaco. Con inteligencia y corazón, lograron que la límpida energía de los chicos que ya no están encuentre cauce y germine.

Una realidad caótica

Alba Sáenz es de esas personas que irradian calidez sólo con sonreír. Por estos días, a poco de cumplirse un nuevo aniversario del siniestro, está abocada a la organización del festival de rock que, desde 2007, conmemora el Día del Estudiante Solidario (Ver recuadro). Los ojos se le iluminan cuando habla de su hijo Federico. "Creo que en un principio todo lo que hacíamos tenía que ver con realizar un homenaje a nuestros hijos -dice-. Nos dimos cuenta de que eran chicos que tenían mucho en común: fuerza, compromiso, muchas ganas de hacer cosas. Por eso, desde el primer momento, cuando empezamos a reunirnos, lo que buscamos fue hacer algo. No quedar detenidos en el sufrimiento."

Lo que hicieron fue indagar en las razones de lo que había ocurrido. ¿Por qué?: esa pregunta, que muchos elevan a Dios cuando acontece una tragedia, a ellos los llevó al territorio de lo humano. Allí descubrieron una situación vial que hacía agua por donde se la mirase. Ausencia estatal, regulaciones insuficientes, rutas en estado calamitoso, imprudencia generalizada, falta de controles a todo nivel: desde los básicos de alcoholemia hasta los de contratación o descanso de los conductores del transporte público.

Sergio Levin, papá de Lucas, enfatiza: "Los pibes murieron y a partir de ellos vimos esta realidad que azotaba al...

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