Unidos por la camiseta, divididos por la realidad

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Si en paralelo con el fútbol hubiera en Qatar un hipotético campeonato mundial de inflación, la Argentina ya tendría asegurada esa nada envidiable copa: 88% en los últimos 12 meses. No habría una final con Turquía (85%) -quedó afuera en las eliminatorias- y el país que más se le acerca sería Polonia (18%), del mismo grupo C, cuya inflación interanual más que duplica a la de México (8,4%) y es seis veces más alta que la de Arabia Saudita (3%).

Estos datos, extraídos de un monitor de 40 países elaborado por el economista Nadin Argañaraz, obviamente no tienen nada que ver con el fútbol. Pero, en el caso argentino, muestran que su principal drama socioeconómico tiene tal magnitud comparativa que difícilmente quede en "modo pausa" ante la expectativa generada por el Mundial , con todo su merchandising y marketing publicitario. Incluso si la selección capitaneada por Messi lograra alzarse con la codiciada copa dorada dentro de cuatro semanas.

De ahí la ola de críticas recibidas por la ministra de Trabajo al responder que prefería ganar el Mundial a bajar la inflación , tras haber caído en la trampa del oxímoron planteado en una encuesta que arrojó un 90% de opiniones en sentido contrario.

Antes de que la pelota comience a rodar mañana en Qatar, la sociedad sin distinciones aparece unida por la camiseta celeste y blanca. No deja de ser un aliciente en medio de la grieta política, cada vez más virulenta, que hace difícil imaginar una salida de la crisis en el futuro cercano.

Otro factor destacable es que esa unidad no sólo tiene carácter emocional, sino que se apoya en los resultados de un equipo que ha demostrado ser competitivo a nivel internacional. Además, Scaloni produjo una importante renovación en los últimos tres años, que permitió incorporar nuevas figuras y preservar a las indiscutibles.

A partir de este punto comienzan a surgir las divisiones. Lo que la sociedad celebra del seleccionado rara vez se le exige a una economía cerrada, donde la mayoría de las políticas aplicadas en las últimas décadas penalizan la competitividad, cristalizan el estancamiento productivo y disfrazan los resultados. Más allá de la rivalidad futbolística, sólo los especialistas ponen de relieve que en la década del ‘60 la Argentina superaba el producto bruto interno de Brasil. Y que en los últimos 40 años fue el país de la región que menos crecimiento acumuló por habitante (17%), excluyendo el dramático retroceso de Venezuela (-72%). Para los políticos, es...

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