El último patriarca de los pájaros

Apoltronado en el sofá del hotel donde se hospeda, durante su visita a Buenos Aires, Alberto Cortez hace un repaso de su vida, que se parece al relato de un patriarca, mechado con fábulas, imágenes poéticas y anécdotas que remiten a su infancia pampeana, al despertar del sexo, la fama, el olvido y el mundo de los pájaros. Dice que una calandria que escuchaba de niño en el árbol de su casa lo llevó por el camino del canto. "Quien no ha escuchado una calandria, no sabe lo que es cantar." Dice también que una vez grabó el fraseo de un ruiseñor y, siendo un hombre de éxito, hizo apagar las luces de un teatro y dejó a su público escuchando el canto hipnótico del ave. "No hay mejor cantante en el mundo", amplía. También recuerda la vez que Fernando Bravo, haciéndose el poeta, lo presentó como un pájaro en Cuba. "Escuchaba que la gente se reía. Le pregunté a un cubano qué pasaba y me dijo: «Lo que pasa es que acá pájaro se le dice al maricón». Cuando salí, dije: "Acá está el pájaro", y nos unimos todos en una gran carcajada".Son los pájaros de la memoria, que aparecen en la vida de Cortez, un hombre que ha recorrido un largo camino y que después de un tiempo de cosecha de éxitos ("Mariana", "Callejero", "Mi árbol y yo", "Qué maravilla, Goyo", "Juan Golondrina", "El vagabundo", "Cuando un amigo se va" y "Castillos en el aire") y un aparente declive de su fama sigue teniendo relatos para contar en su último disco, Tener en cuenta , que presenta esta noche en el teatro Coliseo y en ciudades como La Plata, Salta, Tucumán y Córdoba. Será un show especial porque este es un adelanto para los argentinos -confiesa el hombre residente en Madrid-. Venimos con los discos antes que salgan y al final del show me quedaré firmando en persona cada uno. Es una forma de combatir la piratería y que la gente se lleve a su casa un disco con el superávit que tiene la firma de su autor", revela como estrategia el hombre que grabó más de treinta discos.Cortez conoce de memoria la rutina de un cantante en gira. Será por eso que no se despega de su compañero de viaje y operador de sonido desde hace 35 años. "Pasé con él los mejores años de mi vida", bromea Angel, su "guardaespaldas" espiritual, que tiene el pelo blanco enrulado y barba larga, aunque parezca una casualidad. En su casa de las afueras de Madrid, lo espera su otro "ángel", la mujer de hace 45 años, con la que lleva una vida tranquila sin sofocones -no tuvieron hijos- que es su musa inspiradora. "Vivo muy acorde a lo que...

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