El último bastión de la música clásica

"Es como un dinosaurio que sobrevive a la extinción." Frank Marmorek sonríe. A sus espaldas, tras un generoso ventanal, se extiende la plaza Lavalle: una deslumbrante sucesión de copas de árboles, en su mayoría añosos. Magníficos.

Me sorprendo pensando que parece otra plaza vista desde aquí, el sexto piso de la oficina del director de Buenos Aires Lírica. Me digo que la vengo atravesando demasiado rápido en el último tiempo; demasiado ensimismada, sólo pendiente de la asfixiante agenda diaria, apurada y ciega frente a las maravillas verdes que ahora me inundan la vista.

"Sí, como un dinosaurio", insiste Marmorek, que todos los días contempla la plaza que acabo de redescubrir. Y que, del mismo modo en que valora el cotidiano tesoro que vibra tras los vidrios de su oficina, desde hace años insufla vida a esa entidad supuestamente jurásica: la ópera.

"Cada ópera es un monstruo, una Cleopatra con Elizabeth Taylor y Richard Burton, una producción que puede llevar un año y medio de trabajo -explica, efusivo-. Es una expresión clásica gigante, que fue reemplazada por los grandes espectáculos deportivos o por el rock."

Marmorek es ingeniero. Durante mucho tiempo se dedicó a su profesión, la tecnología, los negocios. Pero, cuenta, la música clásica siempre estuvo con él; se escuchaba en la casa de su infancia y lo acompañó a lo largo de la adultez. "Toda la vida", asegura.

Entonces llegó 2001, el año bisagra. Como tantos otros argentinos, vio cómo la crisis arrasaba con lo que había sido su existencia hasta ese momento. Pero también, como les ocurrió a muchos durante ese año terrible, la ferocidad del cimbronazo convirtió en valor lo que podría haber sido desesperación. "Me reinventé", dice, mientras cuenta cómo nació Buenos Aires Lírica, entidad que el año que viene cumplirá 15 años y que por estos días presenta en el teatro Avenida I Capuleti e i Montecchi, de Vincenzo Bellini.

Marmorek se transporta mientras describe el intenso detrás de escena que implica cada apuesta lírica. Ese artefacto eminentemente complejo que es la ópera implica el conocimiento de cierto repertorio, la elección de determinadas partituras (algunas a mano, otras difíciles de conseguir), la búsqueda de director musical y director de la puesta en escena, la planificación de la escenografía, el diseño del vestuario, la organización de los ensayos, la articulación de piano, orquesta, coro, actores.

"¿Te imaginás lo que es coordinar 120 agendas?", pregunta, más retóricamente que...

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