TV: historias sobrela nada

En los futuros libros sobre la historia de la televisión, el capítulo dedicado a 2014 será casi insignificante. Algún malicioso hasta podría decir que alcanzará con un asterisco o una simple mención a pie de página que remita a las páginas anteriores. Sencillamente porque el año que está a punto de terminar no aportó ninguna idea nueva ni será recordado por alguna mínima vuelta de tuerca más o menos llamativa o interesante de lo conocido. Esta vez, el reciclaje cumplió al pie de la letra con la definición de la Real Academia Española: "Someter un material usado a un proceso para que se vuelva a utilizar".

La excusa perfecta para deslindar responsabilidades fue el Mundial. Pero, bien mirado, Brasil 2014 funcionó mucho más como espejo de la defección televisiva que como un justificativo de lo que no se hizo. A imagen y semejanza de nuestro seleccionado, la TV abierta de este año arrancó optimista y expectante, con el plantel de estrellas completo y atributos de sobra para ganar. Pero el desenlace abrió un largo paréntesis de desencanto, estupor y parálisis. De todo lo que se pensaba edificar desde un éxito que parecía en un momento al alcance de la mano no quedaron ni los cimientos.

Que el hombre fuerte de la tele haya elegido terminar el año viajando miles de kilómetros para acompañar en el continente africano al equipo de sus amores es todo un símbolo de un año que transcurrió bajo el signo del fútbol, local e internacional. Marcelo Tinelli pudo darle a fuerza de oficio un cierre digno en números a la ya ajada fórmula de sus concursos de baile, pero su atención estuvo este año más cerca de San Lorenzo y de la AFA que del jubileo televisivo de ShowMatch. Si hasta en un momento se vio obligado a sacudir la modorra de su elenco danzante, al que notaba desapegado y poco comprometido. Es que el entorno no resultaba nada estimulante, algo que cualquier televidente pudo comprobar sin demasiado esfuerzo.

En medio de un panorama casi desolador quedaron a la vista escasos consuelos. Por un lado, Jorge Lanata expuso una vez más la esencia televisiva del periodismo de investigación. Y, por otro, la única demostración de genuina inteligencia quedó en manos de Mirtha Legrand, que construyó en su doble mesa del fin de semana (sábados por la noche y domingos al mediodía) un espacio en el que lo frívolo y lo serio convivieron sin problemas y del que surgieron algunas de las mejores frases y momentos de debate de la alicaída pantalla local. Mientras el resto...

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