Un triunfo de la resistencia que no logra despejar la inestabilidad

La etapa más incierta de la democracia española se cierra con un giro de 360 grados: de Rajoy a Rajoy. La esfinge del líder de los conservadores se mantiene en pie entre las ruinas de la nueva política, los sueños frustrados de regeneración y los gritos ahogados de rebelión contra el sistema.

El arte de la resistencia reinstala a Mariano Rajoy en el poder con una fortaleza impensable, proporcionalmente superior a su caudal electoral, a su relativa debilidad parlamentaria y a la pésima calificación social a su gestión.

Su mérito se mide por contraste: el socialismo empezó el año con la ilusión de gobernar y lo termina humillado, sin líder ni esperanzas de resurrección. A Podemos se le atragantó la revolución y se extravía en el paso de la calle a las instituciones. Los liberales de Ciudadanos que venían a adecentar al Partido Popular (PP) se resignan al rol de satélite de la vieja derecha.

El éxito de Rajoy es contracultural. Refractario a los cambios en una era de protestas en España y Europa. Poco carismático; extranjero en las redes sociales; profeta de la quietud en un país que anticipaba terremotos.

Los opositores se apuran a vaticinar un gobierno corto, traumático, ante la dificultad que implica para Rajoy administrar en minoría. Su margen de acción se verá recortado, sí, pero tiene un arma letal para presionar a sus rivales: las elecciones anticipadas.

El susto a las urnas que movió al PSOE a echar a su líder, Pedro Sánchez, y a abstenerse en la sesión de investidura sigue vigente. "España no necesita sólo un gobierno, sino uno que pueda gobernar", dijo ayer. Traducción: que a nadie se le ocurra bloquearlo. Diálogo sí, pero con límites, insistió. No piensa someter a discusión vigas maestras de su gestión, como la flexibilidad laboral, la austeridad fiscal, la firmeza con los nacionalistas catalanes. Si le atan las manos, activará el botón nuclear de los comicios, con la convicción de que saldrá más fuerte de ellas.

No es esperable en él la audacia, salvo que lo obliguen. Rajoy es un presidente de ritmos lentos, previsible, que disfruta de aburrir al otro. Se espera que en su nuevo gobierno prescinda de las figuras más resistidas (como el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz) y que evite promover reformas que puedan unificar a sus adversarios. Seguramente concederá a Ciudadanos medidas anticorrupción ahora que se siente despojado de las sombras que acompañaron su...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR