La tristeza de Claudio Abbado

Es evidente que, como intérprete, Claudio Abbado, de ninguna manera, era un optimista. La prosa melancólica y a veces sombría de muchas obras, se pega al relato que despliega con sus orquestas, más cómodamente que cuando debe expresar la alegría compulsiva de composiciones intencionadamente humorísticas. Esta tendencia marca la diferencia y la distancia psicológica con su antecesor Herbert von Karajan y su sucesor Simon Rattle, en la Filarmónica berlinesa.Sobran los ejemplos para graficar esta irrespetuosa afirmación: Mahler, Bruckner, Prokofiev, Ravel, Tchaikovsky, Wagner.(Y no hablemos del Requiem , de Verdi, en una de cuyas últimas ejecuciones se vio llorar a Abbado). Pero un caso paradigmático puede ser la Sinfonía 40, en sol menor , de Mozart. Por lo general, en las innumerables versiones de esta obra (de la que ningún director quiso privarse) el tenso primer tema, expeditivo y aparentemente saludable y arrollador, monopoliza la atención del oyente.Es notable la diferencia con el planteo de Abbado, en la grabación para Archiv Produktion, obtenida en 2009 de la ejecución en Bologna con la Orquesta Mozart, ya bien insinuado en su anterior versión de 1980, para la DGG, con la London Symphony.Toda su interpretación está teñida de una...

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