La triste herencia de un presidente olvidado

El actual presidente, según el escultor Fernando Pugliese

La historia ha decidido hacerle un favor al presidente de la Nación: olvidarlo antes de que se vaya .

Vale la pena, sin embargo, poner un foco sobre esa figura deslucida y casi fantasmal , porque tal vez sea el síntoma de algunas cosas que nos pasan y condicionan tanto el presente como el futuro del país. Casi ausente de la crónica periodística y caricaturizado por el humor popular como un personaje frívolo y anodino, el Presidente no inspira respeto ni confianza, y ni siquiera curiosidad. Su irrelevancia, sin embargo, tal vez exceda la dimensión anecdótica para convertirse en reflejo de una crisis más aguda. Es el símbolo de la degradación institucional y de una Argentina que ha extraviado las referencias de liderazgo y autoridad, incluso más allá de la política. Representa una cultura que desprecia el valor de la idoneidad, y de un país que se acostumbró a que cualquiera pueda ocupar cualquier cargo.

Si miramos hacia atrás, el final estaba anunciado. El Presidente fue candidato "por acomodo" y por la decisión "imperial" de la jefa de una facción . Pero sería tranquilizador pensar que fue un error individual, únicamente atribuible a la persona que lo puso a dedo en el sitial de candidato. Eso fue posible por una cultura política que naturaliza la arbitrariedad, que justifica el acomodo, que no repara en la idoneidad y que hace un culto a la obsecuencia con tal de conservar privilegios. Fue el resultado, también, de una mayoría social que avala esos métodos del poder, como avala también -o mira con indiferencia- los manejos de Insaurralde o la "caja negra" de la Legislatura bonaerense.

Las secuelas de un presidente que no ha estado a la altura de su investidura dejan, quizás, una herencia más imperceptible, pero no menos grave que la de la crisis económica . Es un legado simbólico que erosiona la calidad institucional y que baja la vara en todos los estamentos del servicio público. El mensaje es subliminal, pero poderoso: "si este hombre pudo ser presidente, ¿por qué yo no puedo ser cualquier cosa?". La aspiración ya no es a través del mérito, del esfuerzo, de la demostración de capacidades y de la construcción de una carrera, sino a través de la audacia, la actitud acomodaticia y el oportunismo rampante. Llegar por esa vía podría ser un accidente desafortunado de la historia si no fuera, en realidad, una cultura que baja desde la cima del poder y contamina todos los niveles del...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR