El trilema de Oppenheimer y la encrucijada argentina

Fecha de publicación18 Marzo 2024
"Oppenheimer" tiene lo que gusta en los premios Oscar: mérito artístico y éxito comercial Acaso parte del arrollador auge de la cinta Oppenheimer se deba a que plantea el más arduo trilema técnico, político y ético que haya enfrentado jamás el hombre: la disyuntiva entre disponer o no de la capacidad de destruir a la humanidad, antes reservada a los dioses, como cuando Prometeo robó el todopoderoso "fuego divino" de la fragua de Vulcano para obsequiárselo a los hombres que vagaban miserables por la Tierra En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi era la única potencia capaz de desarrollar cohetes de largo alcance (los devastadores V-1 y V-2 que alcanzaban Londres), y trabajaba sin pausa en el ultrasecreto plan de un "arma final" con la cual evitar la inminente derrota del Tercer Reich. El gobierno de Estados Unidos fue convencido por varios científicos de primer orden, entre otros, Einstein y Oppenheimer, de la necesidad de ser los primeros en dominar dicha tecnología. A medida que avanzaban, algunos de aquellos genios, atribulados por sus horrorosos alcances, se arrepintieron y propusieron en público detenerse unilateralmente o acordar con la URSS un compromiso mutuo de no avanzar hacia un uso militar atómico, aunque sin éxito, como lo confirmaron Hiroshima y Nagasaki, consolidándose hasta la fecha un sistema en el que esa capacidad destructiva está reservada a un puñado de superpotencias nucleares Lo que aquí se desconoce es que en 1983, cuarenta años después del Plan Manhattan, el presidente Alfonsín debió también enfrentar un espinoso trilema equivalente, al heredar avanzados desarrollos tecnológicos duales o "sensibles", básicamente nucleares -bajo la tutela de la Armada- y espaciales -bajo la guía de la Fuerza Aérea- Como Estados Unidos y la Unión Soviética, entre otras potencias, la Argentina, en menor escala, también atrajo científicos emigrados de Europa para incorporarlos a estos proyectos, aunque a diferencia de los EE.UU., donde muchos eran extranjeros (alemanes, húngaros, italianos, etc.), la mayoría de los avances argentinos fue obra de científicos locales. Una excepción que confirmó la regla, pero que ilustra el paralelo con la trama del film, fue el caso del físico austríaco R. Richter, quien en 1951 persuadió a Perón de anunciar que la Argentina dominaba la fusión nuclear -más compleja y peligrosa que la fisión-, sugiriendo al mundo la aptitud para producir una bomba de plutonio, que los diarios titularon...

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