Tribulaciones de dos presidentes

La catástrofe temida no sucedió. El dólar no llegó a 100 pesos después de las elecciones. El riesgo país no siguió su derrotero ascendente. La gente común no vació los bancos. Era necesario solo un gesto mutuo de las dos personas más importantes del país, el presidente en funciones y el presidente electo. Parecía improbable porque justo ellos, Mauricio Macri y Alberto Fernández, tenían una historia en la que solo habitaba el rencor. Esa historia se terminó (¿se terminó?) el lunes, cuando los dos decidieron dejar atrás el pasado. Uno, Fernández, venía con la alegría de la victoria.El otro, Macri, había sufrido una derrota dulce, sobre todo si se la compara con la de las primarias del 11 de agosto. Uno es el líder de más del 47 por ciento del electorado; el otro es el jefe político del 40 por ciento. Los dos expresaban a una Argentina dividida no solo socialmente, sino también geográficamente. El norte pobre, el sur (también pobre, aunque no parezca) y el multitudinario y caótico conurbano bonaerense son del ganador. El rico y poderoso corredor central del país es del perdedor. Pero ¿se puede gobernar caminando entre tales abismos? ¿Se puede, cuando un sector social influyente en la opinión pública tiene más miedo que otra cosa?Macri descartó cualquier alternativa para su vida fuera del poder que no sea el liderazgo de ese sector social, que prefirió subrayar valores morales e institucionales aun en medio de la crisis económica. ¿Vivir en Madrid, como le propusieron algunos? Suele responder: "Yo les prometí a los argentinos que los defendería de cualquier atropello y que siempre contarían conmigo. Si me fuera a vivir al extranjero sería una deserción imperdonable". Alberto Fernández es un peronista y, por lo tanto, no se resignará nunca a la hostilidad de casi la mitad del país. Antonio Cafiero solía decir en los años 80, en medio de la euforia democrática que despertó Raúl Alfonsín, que Perón hubiera sido en ese momento más democrático que el expresidente radical. "Los peronistas percibimos los movimientos de la sociedad y los seguimos disciplinadamente", concluía. La excepción fue Cristina Kirchner, que prefirió encerrarse entre los suyos, tal vez porque ella siempre detestó al fundador de su partido.Pero Alberto Fernández no es ella. En la tarde del jueves pasado, estuvo una hora y media en la casa de Roberto Lavagna. El exministro tiene una representación simbólica mucho más grande que el porcentaje de votos que logró, atrapado como quedó...

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