De la tragedia a la farsa

Escribió Carlos Marx que las tragedias, cuando vuelven en la historia, a veces lo hacen degradadas como farsas. ¿Será éste el caso de la candidatura presidencial de Máximo Kirchner, que acaba de lanzar su madre con el entusiasta respaldo del propio interesado? Diga lo que se dijere de la pretensión "quedantista" de la Presidenta para perdurar indefinidamente en su cargo, existió como un drama que bien pudo convertirse en una tragedia si se tiene en cuenta su longitud temporal, que excedió holgadamente los límites constitucionales.Pero ahora que la pretensión "quedantista" ha pasado de generación, también ha cambiado de naturaleza. Podría decirse en tal sentido que el desprecio de Néstor por los plazos republicanos había sido compartido por Cristina cual si fuera un bien ganancial, pero en el caso de Máximo los vicios familiares no necesariamente se heredan, ya que suponerlo así equivaldría a cambiar drásticamente de régimen, de la república a la monarquía. ¿Qué méritos extraordinarios ha sumado Máximo Kirchner, en todo caso, para adjudicarse los beneficios de este verdadero salto institucional?Hasta hubo un intento del propio Máximo de lograr el respaldo de su pequeño grupo de La Cámpora para reforzar su ambición. Los movimientos reformistas deberían apoyarse sobre espaldas más anchas. Es forzoso concluir, en este sentido, que si el país, aunque Cristina no lo quiera, se halla al borde de un cambio de régimen, del cristinismo al poscristinismo, este desplazamiento debería concretarse a través de amplias movilizaciones populares y no mediante íntimos retoques familiares.El cristinismo, que se acerca a su fin, nunca admitió su carácter republicano, es decir, su propia temporalidad. Pero los gobiernos de las repúblicas, cuando son auténticos, se saben mortales. Naturalmente piensan, por lo tanto, en su inevitable sucesión. Se resignan de antemano a ella y ésta es por otra parte su única manera de perdurar en el tiempo.Este impulso sucesorio se da como algo natural en las democracias maduras, pero no se da, en cambio, en las democracias inmaduras como la nuestra, donde aún persisten veleidades monárquicas, es decir, la fantasía de la inmortalidad. Los plazos republicanos, así, están firmemente establecidos en...

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