Tragedia aérea. Piden penas de hasta 25 años de prisión para exfuncionarios y directivos de Austral por la caída del DC9 en Uruguay

Un militar uruguayo rescata una pieza del DC9 en el cráter que dejó su caída

Más de dos años de juicio hicieron falta para que, a través de su querella, los familiares de las víctimas del vuelo 2553 de Austral pudieran hacer oír su pedido de justicia y castigo para los que consideran responsables de la mayor catástrofe de la aeronavegación comercial argentina, ocurrida hace casi un cuarto de siglo. Los abogados Norberto Caputo y Silvina Rumachella —ella, hermana de Bibiana, tripulante de cabina y una de las 74 personas que perdieron la vida el 10 de octubre de 1997, cuando el viejo DC9-32 se estrelló casi a la velocidad del sonido en un campo de Fray Bentos, solicitaron hoy, al término de su alegato, penas de hasta 25 años de prisión por el delito de "estrago doloso" para 24 de los más de 35 acusados, todos ellos exdirectivos de la empresa entonces concesionada y de exfuncionarios de la Fuerza Aérea que, en aquellos años, tenían bajo su control el desarrollo de la actividad aeronáutica civil.

Los querellantes consideraron que los directivos de la empresa pusieron a cubrir el trayecto entre Posadas y Buenos Aires una aeronave que no cumplía con los requisitos técnicos para operar en el país ; y, del mismo modo, sostuvieron que eso fue posible porque l as autoridades de la Dirección Nacional de Aeronavegabilidad (DNA), que tenían el deber de certificar que los aviones en servicio cumplieran con la normativa nacional e internacional, omitieron hacer su trabajo .

El vuelo 2553 se estrelló en Fray Bentos, el 10 de octubre de 1997

El vuelo 2553 se internó, pasada la mitad del viaje, en una gigantesca nube de tormenta. Las gélidas temperaturas dentro de ese cumulus nimbus provocó —según los peritos en accidentes aéreos de Uruguay, donde se produjo el estrago— que se congelaran los tubos pitot, que son los que permiten traducir el movimiento físico de la aeronave en una medición relativa en el velocímetro . Prácticamente sin referencias externas, porque las gotas congeladas en el parabrisas del avión lo hacían imposible, los pilotos leían una pérdida peligrosa de velocidad, que no cesaba aunque le daban más potencia al motor. No lo sabían (tampoco habían recibido instrucción específica para enfrentar una situación como esta), pero cada decisión correctiva que tomaban, en realidad, lo acercaba un paso más a la muerte.

He aquí el quid de la cuestión : el avión carecía de un indicador, en el panel de alarmas, que indicara que estaba encendido el...

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