Tomar una pastilla en vez de hacer ejercicio

En el primer volumen de su saga literaria, Mi lucha, el escritor noruego Karl Ove Knausgård plantea que hay que estar muy mal de la cabeza para autoimponerse hacer abdominales todos los días con el objetivo de sentirse mejor. O sea, el escritor, entre los diez más leídos a nivel mundial, expresa en una sola frase un alegato en favor del sedentarismo o, al menos, plantea algunas preguntas sobre nuestras rutinas de ejercicios. Por decirlo de otra manera: ¿Es normal que uno quiera salir alegremente a correr o ir al gimnasio todos los días a las 6? El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, no deja pasar oportunidad para mencionar que sale a correr todas las madrugadas a las 4 (incluso suele invitar siempre a un colaborador, advierto, por las dudas). El interrogante de Knausgård intenta hurgar, de una manera indirecta, en lo que solemos esconder detrás de esa notable "fuerza de voluntad" que nos impulsa a salir corriendo de casa con el objetivo superior de mantenernos sanos.

¿Acaso en el siglo XIX la gente se sentía peor porque no poseía la pulsión de correr todo el tiempo? Obviamente los estándares de confort y de expectativa de vida han mejorado, aunque no hay que ser un experto para saber que en ese proceso tuvieron más preponderancia los avances tecnológicos, la ciencia y la medicina que el deporte (practicado por personas sanas, claro). En el ambiente médico ya resulta una obligación profesional recomendar el ejercicio a cualquiera que hubiera traspasado los 40 años. No hay discusión sobre los beneficios para nuestra circulación, musculación, etcétera. Pero también aparecen efectos secundarios. Masas de personas que se vuelcan a hacer actividad física por sobre sus posibilidades y que...

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