El tiempo líquido

En su último libro, Cosmos, Una Ontología Materialista (Paidós, $ 429), Michel Onfray se autoproclama filósofo materialista. En ese giro de aparente contrapelo, el pensador famoso por su apetencia culinaria y vínica, pone a la naturaleza en el centro de su pensamiento. Su giro coincide, no tan curiosamente, con otro giro en el que el vino está envuelto: el redescubrimiento de una lógica anterior a la producción, una lógica de terroir donde la naturaleza es la clave.

El primer capítulo, titulado Las formas líquidas del tiempo, sirve de ejemplo. En él, Onfray realiza una autobiografía con botellas de champagne. Viaja a lomo de Dom Pérignon hasta una botella de 1921, para sumergirse en el mundo que alumbró el nacimiento de esa botella, el mismo año del nacimiento de su padre.

Parece rocambolesco, pero en ese recorrido el filósofo intuye una verdad para el bebedor de vinos: que el tiempo -la velocidad de la materia, define- tiene en las botellas dimensiones que nos vinculan con lo sublime, esa recóndita sensación de reconocerse mínimo ante el universo.

En una botella de champagne (en todas las botellas), argumenta Onfray, hay un pasado geológico, atado a una roca primera durante la formación del mundo. Un pasado...

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