'El tiempo no cura nada; uno solamente aprende a disimular'

CARMEN DE PATAGONES (De un enviado especial).- A la casa de la familia Ponce se entra por el santuario. Es improbable que ellos lo llamen así -técnicamente se trata de una antesala o living-, pero la imagen de Federico, el hijo muerto en la Masacre de Patagones, ha ganado el ambiente y ahora puebla casi todas las superficies.La cara de Federico tapiza la mesita ratona y se multiplica en las paredes, en fotos de todos los tamaños; domina la chimenea y hasta un llavero que alguien dejó cerca de la puerta.A Federico, en algunas fotos, se lo ve solo: en otras, está con sus hermanos o con sus amigos. A Federico se lo ve cuando era chiquito y también, cuando tenía ocho o nueve años. Federico aparece sonriendo, jugando, posando. Todas imágenes que corren a través de un océano de tiempo y de dolor.Pasaron diez años desde que la bala disparada por un compañero de curso, -Juniors-, le arrancó la vida.A sus padres, Tomás Ponce y Marisa Santa Cruz, les sigue ardiendo el corazón."Cuando sufriste la muerte de un hijo, diez años, cinco, tres meses, un año es igual, es lo mismo", dice Marisa, rodeada por las imágenes del muchacho.El tiempo ha curado malamente la herida de estos padres que sienten que, pese al paso de los años, todavía no se ha hecho justicia."El tiempo no cura nada. Con el tiempo uno aprende a disimular. Para mí no significa nada la fecha redonda. Pero me gustaría que para los diez años de la masacre la Dirección General Cultura y Educación (DGCE) anunciara la resolución de los ocho...

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