Terror en Nigeria: más allá de la religión, una guerra de crecientes desigualdades

En nombre de Alá proliferan desalmadas aberraciones. Absurdos como Boko Haram, el grupo fundamentalista que, hace dos meses, secuestró a más de 200 estudiantes nigerianas y escandalizó al mundo.El secuestro dio visibilidad internacional a una organización que, desde hace al menos cinco años, lleva adelante una suerte de "santa inquisición islámica", una carnicería humana que nadie, ni siquiera Al-Qaeda, aprueba. Sus víctimas son indistintas. Mujeres y hombres. Niños y adultos. Militares y civiles. Cristianos y musulmanes. En nombre de Alá proliferan desalmadas aberraciones.Diez días antes del secuestro de las jóvenes, Nigeria estaba en la tapa en los medios internacionales por otro tema: su nuevo estatus de primera economía de África, por delante de Sudáfrica. Empujados por el oro negro del delta del Níger, que sigue siendo la fuente principal de ingresos del país; por Nollywood, la industria de cine más grande del mundo en volumen después de la India, y por las telecomunicaciones, que pasaron de un puñado de suscriptores a 120 millones en 20 años, los nigerianos avanzan. Pero mientras unos pocos corren, la gran mayoría arrastra los pies.Nigeria es el país de la desigualdad en carne viva. En la nación más poblada del continente, con 177 millones de habitantes, la opulencia y la miseria se miran cara a cara. El país en donde las concesionarias de Lamborghini y Porsche rugen, el 70% de sus ciudadanos sobrevive con menos de dos dólares al día. Reflejo de ello es el infame puesto que ocupa Nigeria en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU en 2013: 153° entre 187 países. Esa desigualdad se acentúa aún más entre el norte musulmán y el sur cristiano. En el Norte, el ingreso promedio de un trabajador es la mitad del de uno del Sur; la pobreza es tres veces mayor; el desempleo, más agudo, y el analfabetismo, el más elevado de toda África. En ese norte musulmán, pero ante todo paupérrimo y olvidado, opera Boko Haram.En 2002, cuando el clérigo Mohammed Yusuf fundó el movimiento de alma fanática, atraía seguidores apelando a su frustración por la corrupción de los políticos, los abusos de las fuerzas de seguridad y las desigualdades; no apelando a su vocación religiosa. Conquistaba por su grito contra las inequidades; no por su intención de imponer la sharia (ley islámica) en el Norte.El fanatismo era, más bien, lo que producía rechazo. Y por eso analistas aseguran que si el grupo hubiese sido secular, hoy tendría millones de seguidores, cansados de décadas de...

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