La ternura secreta del fotógrafo zen

El hombre salta sobre un charco que parece interminable, el fotógrafo activa la cámara y -¡clic!- un parisino anónimo (sombrero, gesto fugaz, silueta de traje) queda suspendido por siempre en ese salto, en su reflejo en el agua y en el casi inverosímil eco de un afiche callejero, allá al fondo, con bailarín también detenido en plena incursión en el aire.

Es domingo, mediodía, y no me canso de mirar Place de l'Europe. Gare Saint Lazare, Paris, una de las tantas imágenes de Henri Cartier-Bresson que por estos días se exponen en la Usina del Arte. Quiso el azar que esté aquí, mirando en vivo y en directo una fotografía que siempre me fascinó, que alguna vez fue póster sobre las paredes de mi pieza, lámina en libros de historia del arte, y ahora es un bálsamo de belleza en un domingo -dos días atrás- que amaneció triste y siguió así: desde Olavarría llegaban noticias que nadie hubiera querido escuchar y Twitter era una intermitente secuencia de retratos de chicos, nombres, familiares que preguntaban si alguien los había visto allí.

Llegar a la Usina con un dolor demasiado conocido -otra vez, la fiesta que no fue; otra vez, el deterioro que no para- y encontrarme con Cartier-Bresson, sus fotografías, ese modo amable y agudo de retratar el mundo. Lo pienso como a un fotógrafo zen, todo él arco, flecha, cuerda que se tensa a la espera del momento justo: el instante -y el encuadre, y la luz- preciso en el que lo real se descubre, repentinamente inédito. Hay que tener mucha alma para lograr esa mirada.

"El tiempo corre y se escurre y sólo nuestra muerte logra alcanzarlo. La fotografía es un machete que en la eternidad atrapa el instante que la deslumbró", escribía. Como prueba, sus hallazgos: composiciones prodigiosamente equilibradas, simetrías que sólo un ojo entrenado podría descubrir, la fuerza de lo abstracto latiendo -es su misterio- en retratos estrictamente realistas. Y prácticamente siempre, dos protagonistas: la ciudad y quienes la habitan. Quizá porque me tocó verlas en el domingo más triste en lo que va del año, me conmovió como nunca la humanidad retratada por Cartier-Bresson. Personas y rostros de París, pero también...

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