Un temporada que lo castigó de principio a fin

LA PLATA.- La vuelta a primera no borrará de su mente la tierra devastada de aquel 15 de junio de 2013, cuando apenas se escucha el zumbido del viento, pero le dejará en claro que siempre hay un modo de sobreponerse. Incluso con las rodillas en carne viva, frente a todas las adversidades con las que lucharon los de Avellaneda en una temporada que lo castigó de principio a fin. Independiente les ganó al cambio de entrenador, a las dudas de los jugadores, a la renuncia del presidente, a los egoísmos internos, a la histeria de su gente, a los mensajes mafiosos de la barra y hasta a la miseria económica. Estas lágrimas, bien de hombre, como aquellas de hace un año, son de alegría.Esta especie de volver a vivir se lo debe, en gran parte, a una persona que supo guiarlo en medio de la insensatez: Omar De Felippe, el único que sostuvo el crédito de la gente, el más centrado. Un hombre que no siente miedo en el fútbol. Él comprobó que el terror es otra cosa. Una guerra, por ejemplo, como la de Malvinas, en la que casi ni se acordó de cómo se pateaba una pelota. El DT llegó en el peor momento y enderezó la situación. También aguantó la zozobra cuando no se dieron los resultados. Se equivocó, claro. Hasta que probó, ensayó y cambió para recomponer los errores. No negoció el carácter fuerte ni la palabra firme.De Felippe se quita mérito y se los atribuye a los jugadores. Hubo puntales en la campaña. Diego Rodríguez, que compensó las dudas en las salidas con las atajadas a puro reflejo. Federico Mancuello, que los corrió a todos y a cada momento. Marcelo Vidal, que apareció sobre la marcha. Matías Pisano, decisivo pese las intermitencias. Facundo Parra y Sebastián Penco, su recambio, con goles importantes. Aunque se esperaba más de ellos, también Daniel Montenegro y Federico Insúa, que no se taparon los oídos con los silbidos. Uno de los emblemas de la campaña será el zapatazo de Rolfi en el 2-1 en Córdoba, frente a Instituto, hace ocho días, en un duelo con aires de final.Fueron ellos, los futbolistas, los que se mostraron como un grupo blindado que pasó las mil y una. Desde la abrupta salida de Miguel Brindisi, en la cuarta fecha, hasta las promesas incumplidas de pago. Se sobrepusieron a las malas actuaciones, a los reveses y hasta a las sospechas. El mismo ex presidente Javier Cantero sugirió que los jugadores le hacían una "cama" por el atraso salarial. No lucieron ni brillaron, pero hicieron lo suficiente como para ganarse el lugar por derecho propio. No...

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