Una tempestad de pasión en una jornada inolvidable para Madryn

PUERTO MADRYN (De un enviado especial).- Desde el último de los 20 escalones del estadio Raúl Conti se podía ver el mar. El viento cruzado se venía fuerte desde el Atlántico. El tibio sol iluminaba esa escenografía de casas bajas en el barrio Santa María del Mar, donde está enclavada la cancha. Allí donde los puntos de encuentro se multiplicaron, ya que ningún lugar de la ciudad quedó ajeno a la presencia de River.La ansiedad amanece antes que la actividad. A toda hora, los grupos de hinchas y los movimientos de banderas, de uno y otro equipo, se sucedieron en las plazas más importantes de la ciudad. Por unas largas horas se olvidan las ocupaciones de un sábado habitual. Gritan los cánticos de cancha, esos que hacen vibrar a toda la ciudad.Se notó el trabajo hecho en la semana para que el estadio Raúl Conti luciera en las mejores condiciones. La cabecera visitante fue delimitada por un cordón especial del resto de las tribunas. A pesar de que las entradas para los millonarios se vendieron únicamente en Madryn, el grupo más representativo de los Borrachos del Tablón ocupó el sector central de ese sector. Algunos se preguntan, ¿cómo hacen? Esos hinchas habrían ingresado por haber contado con 400 entradas de protocolo.El ingreso del conjunto millonario en el campo de juego despertó una ovación. Incluso en el sector local, donde convivieron hinchas de River y de Guillermo Brown. Los mayores aplausos se los llevaron Domínguez y Cavenaghi. El estadio Raúl Conti, el centro de los festejos, testigo del peregrinar de River por la primera B Nacional, fue el corazón de la alegría patagónica. Allí se gritó por River, allí se gritó por sus goles. Allí, entonces, se vivió la fiesta sin fin.En la ciudad de las ballenas, todos en el estadio vivieron el partido como sardinas. El pueblo futbolero estuvo representado allí por casi 15.000 personas, con las gargantas intactas para continuar la euforia que comenzó con la llegada de River, el jueves pasado, y siguió en el partido, con el delirio de tener en el verde césped a Guillermo Brown midiendo fuerzas con uno de los grandes del fútbol argentino. Con saltos, cantos, banderas y bombos, la pasión comenzó horas antes de que apareciera el sol y finalizó allá por la noche.Madryn no quiere despertarse. La fiesta parece eterna. Cómo no... si aún permanece fresca la imagen de River en la...

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