Los teléfonos públicos, en la cuenta regresiva hacia su desaparición

El viejo hábito de levantar el tubo de un teléfono público, esperar la señal de tono, introducir una moneda en la ranura y marcar un número se convirtió, desde hace años, en una práctica del pasado. Jaqueados por el vandalismo y el avance de los celulares, los teléfonos públicos de Buenos Aires constituyen hoy un raro espécimen del mobiliario urbano, camino a una lenta extinción.Según datos del gobierno de la ciudad, el número de puestos telefónicos en la vía pública se redujo en más de un 80% en los últimos 10 años. Mientras que en 2004 había 10.000 en todo Buenos Aires, en 2009 se contaban 4800 y, actualmente, sólo quedan 1700.En una recorrida de LA NACION por la avenida Corrientes entre Pueyrredón y 9 de Julio, sólo se encontraron cuatro cabinas y cinco teléfonos, de los cuales sólo funcionaba uno.A la altura de Junín apareció el primer puesto. Una capa de restos de papel encolado seco cubría el tubo y el panel de uno de los teléfonos, y un grafiti en líquido corrector impedía leer las instrucciones. La ranura para poner las monedas estaba trabada. El teléfono de al lado no tenía tono y, después de empujar con cierta insistencia, la cajetilla liberó la moneda.A las dos cuadras, por Corrientes y Riobamba, se encontraba el tercer teléfono, que devolvía todas las monedas. Un panfleto de Unidos y Organizados cubría la bandeja debajo del teléfono y la tapa abierta de la base dejaba al descubierto un manojo de cables. A la altura de Ayacucho, otra pieza de mobiliario urbano en desuso reinaba la esquina: un buzón rojo.Finalmente, en Corrientes y Paraná apareció el cuarto teléfono, que sí funcionaba. Además de estar cubierto en pegatinas de oferta sexual, servía de respaldo al asiento de un vendedor ambulante de mates grabados a mano. Sólo tomaba monedas de 25 centavos, lo que bastó para hacer una llamada local de 2 minutos. A doce segundos de que se terminara el crédito, en la pantalla se activó una cuenta regresiva. La llamada costó 20 centavos, pero el teléfono no dio vuelto.Un joven que pasaba por ahí, extrañado de que alguien usara un teléfono público, le sacó una foto con su celular a la mujer que hacía malabares en la cabina para iniciar la llamada, con el tubo en una mano y el monedero y la agenda del celular en la otra.Sobre el final del recorrido, la pantalla del último teléfono, en Corrientes y Libertad, indicó: "Sólo puede efectuar llamadas de emergencia". Alguien había usado la cabina como lugar de almuerzo y dejó allí una bandeja con restos de...

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