La tarde en que la sangre se impondrá sobre la arena

MADRIDCorrerá sangre sobre la arena. La muerte será la única ganadora segura en este duelo que 24.000 personas seguimos ahora con cara de hipnotizados, en un silencio místico, la vista clavada en el ruedo.El último rayo del sol otoñal hace brillar la mancha bermellón que cubre el cuero de Escribiente, ese toro cárdeno de 497 kilos que se planta, teatral, de frente a su antagonista. Antonio Ferrera también reluce, pelo crespo engominado, traje azul marino y oro, la muleta roja en la mano izquierda.Se miran. Suena la respiración agitada de Escribiente y se zarandean las banderillas de colores chillones que lo desangran detrás del cuello. La luz rebota en el acero del estoque que Ferrera eleva con la derecha. Mide la distancia, quietísimo, como si posara para el escultor que esculpiera su estatua. No puedo evitar ver que los cuernos puntiagudos apuntan a su estómago. ¿Lo notará él? ¿O pensará sólo en acertar el golpe letal?Y entonces "¡¡ Ea !!", grita Ferrera y salta sobre la fiera, que cabecea al aire, sin tocar a su matador. La estocada entra limpia apenas detrás del morrillo. Escribiente se desploma en cámara lenta. Se le vencen las piernas de adelante. Luego las traseras. Gira de lado. Muere. La agonía en siete segundos.El torero saluda con la montera y vuelve a calársela en la cabeza. Aplausos tibios bajan de las tribunas de la Plaza de las Ventas, la meca mundial del toreo, la del público más exigente. Acá nadie regala un " ole " y no hay piedad con un mal contendiente.A Escribiente lo despide un abucheo hostil mientras un carro de tres caballos arrastra su cadáver por la arena. Lo repudian por manso; por la poca bravura con que peleó por su vida. "¡Qué malo eres, toro! ¡Eres una rata con cuernos!", grita a mi lado Manuel Herrera. "Manolo, el de la bota" lo llaman en los tendidos bajos de Las Ventas, por el vino blanco peleón que trae para compartir con los taurinos fieles y con los que nos sentamos por primera vez en estos escalones de piedra."Bebe un poco, hombre", me invita. "Nadie como él consigue que el vino llegue frío al sexto toro. Ya verás", lo elogia una fila más abajo José Antonio, abonado de toda la vida que abraza a su nieto de ocho años. Lo trajo a presenciar el cierre de la Feria de Otoño, una jornada que siempre exige hazañas para la historia, explica.El ruedo queda vacío a la espera del segundo toro. "A ver si éste sale bravo y no nos meten otra vaquita engripá ", comenta otro experto. A un costado se ve movimiento en el pasillo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR