Superficial y con un humor arcaico

EL OTRO LADO DE LA CAMA / Libro: David Serrano / Elenco: Nicolás Vázquez, Gimena Accardi, Benjamín Rojas, Sofía Pachano / Escenografía: René Diviú / Luces: Manuel González Gil / Vestuario: Pablo Battaglia / Música: Martín Bianchedi / Coreografía: Rubém Cuello / Sala: Apolo (Corrientes 1382).

Nuestra opinión: regular

La película en la que se basa la versión escénica de El otro lado de la cama, de título homónimo e idéntica autoría, tiene una frescura que Emilio Martínez-Lázaro supo darle al conjugar una trama basada en la crisis de la monogamia con una mirada sobre la amistad heterosexual, que se plasmaba en la pantalla a partir de seres con cierto nivel de complejidad gracias a un logrado código de actuación realista y una estructura cinematográfica que lograba darle dinamismo a la infidelidad, difícil de recrear en la escena, y más aún cuando los actores no están en condiciones o no quieren darle carnadura a sus criaturas.

La puesta en escena de Manuel González Gil es superficial. Los actores recurren a un tipo de actuación próxima a la machietta. El canchero de buen lomo (Vázquez) que juega al bígamo; la hippie new-age (Accardi) que de tanto sahumerio esfumó su capacidad de percepción de la realidad; el joven tierno (Rojas) que se muestra como sensible y abatido, y la sex symbol engañada (Pachano). Esta poética actoral hace que las relaciones (se trata de una obra que discute el problema vincular) no surjan nunca en el escenario, ya que cada uno está actuando para sí mismo. Por eso se agradece cuando Sofía González Gil llega a la escena. No es que no recurra a esa poética ya que en ese sentido la dirección de actores es coherente, pero sí logra producir vínculo. En esta línea se luce tanto ella como Francisco Ruiz Barlett y Sofía Pachano, quien intenta construir una escena al...