Una suma espléndida de exuberancia y contención

Solitas de Tel Aviv y Mischa Maisky / Director: Barak Tal / Solista: Mischa Maisky (chelo) / Programa: Sinfonía N°41, "Júpiter", de Mozart; Nocturno para chelo y orquesta, de Chaikovski; Kol nidrei, de Bruch; Sinfonía N°1, "Clásica", de Prokofiev; Concierto para chelo y orquesta N°1 en Do mayor, de Haydn / Nuova harmonia / En el Teatro Colón / Nuestra opinión: excelente.

Hace poco menos de un mes, Zubin Mehta y la Filarmónica de Israel, en este mismo Teatro Colón, dejaron una huella imborrable y trazaron un panorama de lo que aparentaba ser la realidad orquestal israelí. Bueno, la consideración fue, cuando menos, un tanto apresurada porque el horizonte musical de este país parece ser mucho más amplio, ya que el nivel de excelencia también campea sobre la música de cámara. Los Tel Aviv Soloists, dirigidos por Barak Tal, ofrecieron un concierto impecable tanto en los momentos en los que fueron los únicos protagonistas como cuando acompañaron la sobresaliente actuación de Mischa Maisky, sin lugar a dudas, un músico superior, poderoso y de un carisma muy especial.

Las comparaciones pueden ser traídas al caso ya que, hace pocas semanas, escuchamos una interpretación sobresaliente de la última sinfonía de Mozart, en aquella oportunidad a cargo de Daniel Barenboim y la Orquesta del Divan. Para corroborar que no hay versiones únicas o definitivas, la interpretación de Barak Tal y los Solistas de Tel Aviv también fue maravillosa aunque radicalmente diferente. En realidad, la lectura de Tal fue distante de casi todas las recreaciones mozartianas que hacen las orquestas contemporáneas, aun con planteles reducidos. Con una orquesta pequeña de menos de treinta músicos, Tal aplicó una auténtica mirada historicista que colocó a Mozart en un plano de cierta intimidad, con pequeñas sutilezas que permitieron admirarlo en todo su esplendor. Las cuerdas dejaron de lado el vibrato, los planos dinámicos nunca fueron extremos y así, sin una sonoridad desmedida, la Sinfonía N°41 lució novedosa, plena de destellos mínimos y hasta los componentes teatrales que inundan la obra se revelaron menos dramáticos pero, a la vez, muy interesantes. El nivel de los músicos hizo que el planteo tuviera la mejor realización.

En el comienzo de la segunda parte, Tal aplicó un enfoque parecido para traer a la vida al neoclasicismo implícito de la Sinfonía clásica, de Prokofiev, aunque, en este caso, afloraron otros volúmenes y otros toques en las...

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