El subibaja emocional de los argentinos

Si las caras con ondas de amor y paz que nos sonreían desde gigantografías callejeras y desde edulcorados spots televisivos (del oficialismo a la izquierda) ya resultaban anticuadas, algo ridículas y, lo peor, difíciles de compatibilizar con la gravedad de los desafíos nacionales pendientes, frente al protagonismo mediático excluyente que adquirió el cuerpo de Santiago Maldonado, encontrado el miércoles en el río Chubut, genera un contraste aún más inquietante y desolador.

Esas caras, con mensajes pasteurizados y promesas genéricas se asemejan a las de los pastores de iglesias electrónicas que ilusionan a sus feligresías incautas con una redención ideal de la que estamos a años luz.

El peor capítulo del caso Maldonado llegó justo en la semana previa a las elecciones de hoy. Su efecto disruptivo interrumpió el paseo triunfal de la campaña oficial, amable y de bajas calorías construida sobre los cimientos duranbarbistas de la gestualidad sin conflicto y con discurso light y escueto.

El hallazgo de ese cuerpo interpeló como nunca el estado de ánimo de los argentinos. La desaparición de Santiago Maldonado doce días antes de las PASO empezó a ser fuertemente politizado antes de esos comicios, pero no impactó sobre sus resultados. Los efectos del importante triunfo nacional de Cambiemos, que incluyó la superioridad parcial en la provincia de Buenos Aires (donde la candidata a diputada Graciela Ocaña superó en cantidad de votos a Cristina Kirchner quien, a su vez, se impuso por 20.000 votos a Esteban Bullrich) se evaporaron rápido gracias a una hábil campaña de sectores kirchneristas y de la izquierda para forzar un relato sobre lo que le pasó a Maldonado que los primeros estudios de su autopsia desmienten. A esa estrategia fueron funcionales la parquedad oficial y la inexplicable defensa a ultranza de la Gendarmería por parte de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, cuando lo conveniente era tomar distancia, por ser esa fuerza la que quedaba en el lugar de la peor sospecha.

Resultó insuficiente que en estos días, la única voz oficial de alto calibre fuese, y muy de pasada entre otros temas, la de la gobernadora María Eugenia Vidal durante su intenso raid de visitas a programas de televisión. Luego se agregó la del ministro de Justicia, Germán Garavano, en tanto que el presidente Macri se comunicó privadamente con la madre de Maldonado.

Otra vez quedó explícito que la ausencia de una política oficial activa en materia de derechos humanos...

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