Sorpresa: Vélez no pudo ganar

Vélez es humano. Como todos: también se puede equivocar. Tanto como Néstor Pitana, el corpulento árbitro, que a un metro de la acción, ignoró un clarísimo penal de Curbelo a Martínez, cuando el telón se bajaba. Lo mereció Vélez. Su carrera por los tres puntos tuvo ganas, sobre todo. No mucho fútbol, no demasiada solidez, no excesiva puntería. A veces, con el deseo no basta. Hay que atrapar a la presa, aprisionarla, asfixiarla. Tan altivo es Vélez, que creyó que su juego debe tener la consecuencia del triunfo. Por lo general, es así: gana por decantación. Gana hasta cuando se expone despreocupado. Gana porque suele ser mejor. También lo fue anoche, contra Godoy Cruz. Y, más allá del penal ignorado y de algún movimiento creativo y profundo, Vélez demostró una noche de verano que también es humano.Que puede fallar. Que se puede equivocar. Es una buena señal para el mundo del fútbol doméstico: Vélez no va a ganar siempre. Es una buena señal interna: Vélez deberá seguir sacando conejos de la galera. Para triunfar, para salir campeón. No basta jugar bien, si puede hacerlo de maravillas. Aunque duela hoy, a Vélez le va a venir bien esta unidad con sabor a poco: para rebelarse y apuntar al cielo, como tantas veces.Chispa. Eso es lo que parece que no tiene hoy: esa chispa que le hacía cruzar la línea imaginaria entre los buenos y los sobresalientes. La tiene: está escondida hoy. Tiene que sacarla, si su búsqueda es la de siempre: la doble competencia. No se le puede pedir esa misma poción mágica a Godoy Cruz, un buen equipo, con buenos jugadores. Que entretiene con su prolijidad, esmero y sorpresa del primer tiempo y que aburre con su liviandad, amarretismo e hibridez de la segunda mitad. Tiene menos recambio, menos recursos y menos jerarquía que su oponente, en la misma vía del doble desafío.El dominio del equipo mendocino, en la primera mitad, fue hasta ahí. Hasta el área. Hasta que Vélez capturó la pelota. Una sola pelota, un gol: gran pase de zurda de Augusto, definición de excelencia de Óbolo. Si Torrico no le frenaba un mano a mano al Burrito Martínez, se acababa la discusión futbolera. Pero el arquero reaccionó. Y, al rato, otro gran...

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