Soñar por lo alto

Me gustaría que me dijeras cómo hace uno para saber cuál es su lugar. Yo por ahora no lo tengo. Supongo que me voy a dar cuenta cuando lo encuentre y no me pueda ir. La frase que golpeaba directo al corazón en Un lugar en el mundo, la emblemática película de Adolfo Aristarain, se hace carne en la vida de Sigfrido Chifri Moroder (de 46 años), el padre que en los cerros salteños encontró la razón para vivir lejos de la Buenos Aires que lo vio crecer.

A la vera de la ruta 51, a dos horas y media de Salta capital y tras cruzar una y otra vez las mismas vías que recorre el Tren a las nubes, se encuentra el paraje El Alfarcito. Como si se tratara de una típica postal norteña, la iglesia de paredes blancas se alza a más de 2800 metros para contrastar con los profundos verdes de los álamos y el azul del cielo que se abre sin conocer límites. "Es soñado", dice Chifri para poner en palabras el pensamiento de quienes, por primera vez, se dejan seducir por el sol y los vientos de las serranías de la quebrada del Toro. Allí, en El Alfarcito, el padre Chifri inauguró hace dos años el primer secundario albergue; creó un centro de artesanos (donde se vende la producción local sin intermediarios) y un centro de salud; instaló invernaderos de altura; gestionó comedores para las escuelas de los cerros; armó un centro deportivo y consiguió la provisión y distribución de agua potable a través del Concurso de Proyectos de Agua organizado por Coca-Cola de Argentina (Ver aparte).

"Para que El Alfarcito sea hoy lo que es, un complejo que funciona a favor de la gente del cerro, era necesario contar con agua potable -aclara Chifri-. Con el lema Nos une el anhelo de hacer el bien, se conformó un equipo de voluntarios dispuestos a aportar lo que estuviera a su alcance, ya sea talento, tiempo o profesionalismo. "De manera paralela se construyó el colegio y se trabajó en la captación del agua y su distribución -describe el cura-. Hoy tenemos agua permanente, sin importar la época del año."

Su pasión por misionar lo trajo a Salta en el otoño de 1999, a la iglesia Santa Rita de Rosario de Lerma, donde rápidamente se interesó por la vida de los lugareños. Con mochila al hombro comenzó a tomar contacto con las 26 comunidades que se reparten en una región de 4900 km2 en los Andes salteños. Ya sea a pie, en bicicleta o a lomo de burro, Chifri recorrió las escuelas diseminadas por la región que se levanta entre los 1500 y 4000 metros sobre el nivel del mar. Pronto conoció las...

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