Sólo la historia puede curar los males de la memoria

La Argentina padece por una enfermedad de memoria. Hay un pasado que duele, ubicado en los años setenta, cuyos efectos, proyectados al presente, se hacen más sensibles con el tiempo. Esta memoria traumática, que hoy está a flor de piel, agudiza otros conflictos y nos impide pensar para adelante, en momentos en que más necesidad tenemos de tomar decisiones y formular proyectos. La solución pasará a la larga por la política. Pero el saber histórico puede ayudar a sanar los males de la memoria.

No se trata simplemente de iluminar la memoria con la verdad. Los buenos historiadores, aunque buscan la verdad con rigor, saben que sus resultados serán siempre parciales, provisionales y controvertidos. Pueden descubrir la falsificación de los hechos; pero en cuanto a certezas explicativas, sólo pueden responder que las cosas son complejas. Tampoco les preocupa mucho la verdad a quienes construyen memorias, individuales o colectivas, pues están más interesados en definir identidades propias y ajenas. Las memorias se construyen con algunos recuerdos y muchos olvidos. Los recuerdos pasan por una suerte de fotoshoping, en el que los hechos resultan modificados, acomodados, matizados o coloreados. La verdad que puede aportar la historia les importa poco, y no está mal que así sea, pues en la construcción de su memoria cada uno se juega nada menos que el presente en que vive y el futuro proyectado.

La elaboración de memorias colectivas, como cualquier otro proceso social, siempre es conflictiva. Distintas voces compiten por moldear los recuerdos. La del Estado es la más poderosa; pero además dicen lo suyo las fuerzas políticas, los grupos corporativos, las minorías de activistas, los medios masivos y los intelectuales. El esfuerzo se justifica, pues quien impone una visión del pasado tiene una herramienta formidable para moldear el presente y construir el futuro. Para hacerlo apela a recursos argumentales que le hablan a la razón, pero sobre todo apunta a las emociones, los valores y hasta la estética, como descubrió a fines del siglo XIX Gustave Le Bon.

La memoria que hoy nos duele tiene que ver, precisamente, con la contraposición de distintas construcciones en conflicto. Su conformación es tan reciente que están a la vista los distintos momentos en los que, como en una fuga, fueron entrando las distintas voces.

La primera surgió desde la sociedad y contra el Estado: fueron los familiares de las víctimas de la dictadura militar. Su heroica acción fue...

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