Con solidaridad grupal e inteligencia, el Ciclón selló el pasaporte a la final

LA PAZ.- Después del 5 a 0 ante Bolívar en el partido de ida en Buenos Aires, para muchos, el pase de San Lorenzo a la final de la Copa Libertadores era un asunto completamente liquidado que no dejaba lugar a otra posibilidad. Pero claro, para sellar el pasaporte faltaba la siempre complicada excursión a la altura de esta ciudad. En Bolivia, además de refrendar su pase al partido decisivo, el azulgrana debía mostrar su chapa de candidato a quedarse con ese esquivo trofeo y, más allá de la ventaja acumulada en la ida, era un examen para probar su carácter. Y lo saldó con un aprobado, a pesar de la derrota por 1 a 0, que llegó con el gol de Yecerotte.En el primer tiempo, El Ciclón ya dejó clara su idea de juego solidario e inteligente, dejando bien en claro que se jugaba más una carta anímica que futbolística, con la lógica idea de que nada hiciera sobresaltar su clasificación. Los bolivianos, en cambio, apostaron al todo o nada desde la primera jugada y en medio de un aluvión ofensivo, creó sus más claras posibilidades: a los tres minutos, un violento disparo de Tenorio pasó muy cerca y apenas 120 segundos después fue Sánchez Capdevila quien -en un relampagueante ingreso por la punta izquierda- tiró un centro muy cerrado que pegó en el travesaño.El dominio de Bolívar mermó considerablemente en el resto de la etapa. Fue desinflándose a medida que sus intentos más punzantes fracasaban uno tras otro. Allí apareció en el conjunto del Bajo Flores la unión, la solidaridad. Porque los laterales Prósperi y Más frenaron sus ímpetus y nunca pasaron la mitad de la cancha para no dejar expuestos a los centrales. El resto de sus compañeros se dedicó a cubrir espacios y controlar la pelota para lidiar con inteligencia (la otra virtud) frente al lógico cansancio que siempre proponen los 3600 metros de altura para cualquier equipo que no sea de esta zona.Si se presentaba la oportunidad de salir con claridad en veloces corridas, los dirigidos por Edgardo Bauza no retacearon voluntad ni convicción para hacerlo, pero preferentemente trataron de evitar ese desgaste muchas veces innecesario. Villalba fue un motor por la derecha y Piatti, por el otro costado, aportó un gran trabajo de ida y vuelta; Mercier y Ortigoza resultaron una vez más el termómetro para ralentizar las acciones y, cuando atacó, el visitante lo hizo con tres hombres: Piatti, Blandi y Romagnoli. Si ocasionalmente podía sumarse Villalba para armar una jugada más compacta, tanto mejor, pero ello no fue un...

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