Soderbergh, entre el arte y la industria

Hasta la más pequeña discusión sobre los usos y costumbres del cine y, por extensión, sobre las tensiones entre esa natural condición de fuente de entretenimiento puro y las herramientas industriales de las que se valen sus creadores para alcanzar esa meta culmina inevitablemente en una máxima tan precisa como cargada de perplejidad: Nadie sabe nada .Esta breve y feliz ocurrencia del guionista William Goldman no tardó en legitimarse por su precisión quirúrgica y su insuperable poder de síntesis como la más perfecta definición jamás dicha sobre lo que significa Hollywood. Pero a la vez, un simple ejercicio de extensión y de escalas amplía sus alcances. Al fin y al cabo, en los poderosos estudios que alumbran multimillonarias superproducciones y en las modestas estructuras de las que surgen creaciones más personales e independientes se experimentan todo el tiempo las mismas tensiones entre arte e industria, entre la creación misma y los recursos que se necesitan para ponerla en movimiento.En su aporte al clásico libro colectivo The Movie Bussiness Book , publicado originalmente en 1983 y varias veces reeditado como esencial guía para la comprensión del cine como industria integrada a partir del retrato de sus diferentes partes, Goldman trató de darle sentido a su implacable sentencia. Eso de que "nadie sabe nada" se aplica en principio a los éxitos masivos. No hay quien garantice desde el vamos el éxito de una película que busca ganar al público con el máximo despliegue de producción, la historia a priori más atractiva y los intérpretes más cotizados. "No hay ideas comerciales con éxito asegurado ni reglas irrompibles", reconoce allí Goldman. Aplicarlas y entenderlas en un contexto social e histórico determinado complica todavía más el cuadro.Estamos, tal como sugiere el compilador y editor del libro Jason Squire en sus páginas introductorias, frente al más extremo y complicado ejemplo de producto industrial perecedero. Un producto tan especial que está hecho de una materia tan inasible como los sueños y adquiere valor sólo en la medida en que permanezca con algún valor dentro de la conciencia del público. Un valor que puede esfumarse en apenas un momento junto con una inversión de millones de dólares.El lugar que ocupa cada actor en este voluble escenario y la magnitud de su participación cambian todo el tiempo al influjo de un cuadro permanente de evolución y transformaciones tecnológicas que se mueve a ritmo de vértigo. Pero junto a este movimiento...

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