Una situación repetida que no deja de empeorar

Muchas demandas individuales convertidas en clamor social para ninguna certeza de respuesta. Las movilizaciones se disolvieron anoche sin encontrar otro consuelo que su propio desahogo. Es verdad que no fueron multitudinarias, como también es cierto que en la cantidad no siempre está la magnitud de una demanda.

Esa catarsis colectiva es, en sí misma, apenas un paliativo para esa diversa muchedumbre que volvió a reunirse por el temor a ser asaltada, ultrajada o asesinada. Nada demasiado nuevo, salvo la repetición de un malestar crónico que cada tanto hace un pico y se convierte en protesta pública. O, peor, en discusiones que conducen a ninguna parte, como la de la pena de muerte o sobre la mal llamada justicia por mano propia. Siempre será mejor una manifestación pacífica que una discusión inconducente.

En la primera mitad del año, el nuevo gobierno nacional declaró en emergencia la seguridad y anunció un plan de refuerzo de las fronteras vulneradas por el narcotráfico.

En Buenos Aires, la gobernadora María Eugenia Vidal iniciaba una revisión general de la conducta de sus jefes policiales. Empezó por pedirles que declararan sus bienes, mientras a una gran parte de los policías recién ingresados los mandaba otra vez a estudiar.

A su vez, el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, avanzó en la creación de una fuerza única, que resultará de fusionar la actual Policía Metropolitana con parte de los agentes y equipamientos de la Policía Federal. El año terminará con el objetivo a punto de ser consumado, sin que falten ruidos sobre asuntos superfluos que en realidad ocultan la resistencia de algunos federales a perder porciones de "recaudación".

El año avanzó y el viejo problema de la seguridad, expresado en arrebatos, robos, asaltos, secuestros breves y asesinatos, se mantuvo aparentemente oculto. Primaron en la atención pública los remezones de los cambios, el reacomodamiento de un nuevo ciclo político y la declinación del kirchnerismo, show de bolsos y recuentos de dólares incluidos.

Como en una película repetida, los crímenes y su secuela de miedo y estupor regresaron sin haberse ido jamás. Y, otra vez, el reclamo creció.

Todo parece igual, pero...

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