Simón Boccanegra: el regreso del corsario

Desde la admiración, la identificación y una buena dosis de apasionamiento, el corpus completo de un compositor puede ser considerado monolítico en su genialidad. Bajo esta perspectiva, por ejemplo, absolutamente todas las sinfonías de Beethoven son maravillosas y, desde la primera a la última, todas las óperas de Wagner son extraordinarias. Con todo, los misterios de la creación, esos que nadie puede explicar en su más íntima esencia, dan lugar a la diversidad, a la aparición de obras verdaderamente gloriosas al lado de otras que no alcanzan esa categoría. Con las óperas de Verdi acontece exactamente lo mismo. No todas son La traviata, Aida u Otelo. Pero hay algunas que, sin alcanzar a posicionarse en el gran podio, por derechos propios, arañan ese sitial. Simón Boccanegra, aquel corsario devenido en el primer Dux o Dogo de Génova, allá lejos y hace tiempo, vuelve hoy al Colón, tal vez, no sólo para mostrar sus desventuras humanas y amorosas, sino también para que podamos contemplar esas construcciones musicales que lo ponen ahí, al ladito de las mejores óperas de Verdi.Boccanegra es una ópera que, originalmente, pertenece a las compuestas en el denominado período medio de Verdi. Superadas aquellas óperas mayormente heroicas del primer tiempo, el compositor, desde 1851, se fue alejando, progresivamente, de los cascos, los yelmos y las grandes epopeyas para comenzar a indagar, como sólo él lo sabía hacer, en las psicologías e intimidades de personajes que ya no eran tan unívocos o unidimensionales como los anteriores. En Rigoletto, Il trovatore y, sobre todo, en La traviata, la personalidad de los personajes y las situaciones en las que se ven envueltos son más misteriosas, más complejas, menos claras. Ante las nuevas interpretaciones y lecturas de los vericuetos humanos de cada personaje, magistralmente expresadas por Verdi a través de recursos musicales y teatrales, desaparecieron los protagonistas poco propensos a mostrar virtudes y defectos, fortalezas y debilidades. Simón Boccanegra, continuadora de la mencionada trilogía que todos aman y conocen, fue estrenada en 1857. Pero no fue una obra exitosa.El verdadero Boccanegra vivió en el siglo XIV y, en realidad, no fue corsario y ni siquiera marino. Pero el dramaturgo Antonio García Gutiérrez, el mismo de Il trovatore, encontró en los entuertos familiares y en las disputas por el poder de la Génova de aquel tiempo, un héroe con muchos costados interesantes como para construir un drama romántico...

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