Sergio Neglia: danza con memoria

Es el 10 de octubre de 1971, por la tarde. Sergio tiene siete años y está esperando frente al televisor que empiece un nuevo capítulo de El Hombre Araña, cuando ve pasar en la pantalla la imagen de su padre, con la malla blanca. Enseguida, las noticias anuncian la catástrofe. La avioneta en la que viajaban José Neglia, Norma Fontenla y otros siete bailarines del Teatro Colón cayó al Río de la Plata. Su abuela se apura y apaga la TV. El recuerdo ya no se lo quita nadie."Ese domingo por la mañana, en la última función de papá, en el Coliseo, lo pasamos muy bien. Al final, él me sacó del brazo entre el público (de ahí que yo haga lo mismo con mis hijos) y me subió al escenario para que saludáramos juntos. Luego fuimos a casa, preparamos las cosas. Pero él no quería ir a Trelew, quería quedarse con nosotros", rememora, cuarenta años más tarde, el hombre que devino del niño aquél.Sergio Neglia vive y trabaja en los Estados Unidos desde hace 25 años. Está casado con Heidi Halt, una ex bailarina americana, alta y atractiva, que primero lo enamoró a simple vista y después lo ayudó a hacer foco en las cosas de la vida para aprender a mirarlas... con más claridad. Para él no había sido fácil atravesar los convulsionados años 80, superar los "mambos" varios de esa etapa. La década comenzaba, y mientras perfeccionaba sus estudios en el exterior (¡hasta fue alumno de Nureyev!) tuvo que regresar a la Argentina para hacer el servicio militar. "Tiraba las cartas de enrolamiento que me mandaban. Hasta que un día interrumpieron la clase de ballet para avisarme que me habían venido a buscar de la embajada. Si no volvía, era desertor." Después de Malvinas (aunque no fue al frente, la referencia a la guerra en varias oportunidades le sirve para ordenar los tiempos de su discurso), se presentó a una audición para ingresar en el Ballet del Colón, pero no fue admitido. "Venía de bailar para Balanchine; si para esa gente, para Alexander Godunov, para Mikhail Baryshnikov, yo valgo, y acá me dicen que esperaban más de mí... Fue fuerte." La negativa tuvo un efecto determinante: Sergio volvió a Nueva York, donde Baryshnikov lo esperaba con un contrato para sumarse a las filas del ABT, pero a la hora de la firma lo dejó plantado. "No fui. Me escondí. Estaba rayado", admite.Ahora, con una carrera ordenada, al frente del ballet y el conservatorio que llevan su nombre (subvencionados por el gobierno de Buffalo), junto con su esposa y dos hijos sobre los que no tiene más que palabras de...

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