Serena y el poder del perdón

Diecinueve títulos de Grand Slam. Sesenta y cinco en total, en una carrera de dos décadas. La condición de número uno durante años. Casi 700 millones de dólares en premios oficiales. La consideración sobrada y general como una de las más grandes jugadoras de la historia. A los 33 años, Serena Williams podía haber pensado que ya vivió y consiguió todo lo que podía darle el tenis. Un día más y un partido de primera rueda le demostraron que su profesión y la vida todavía pueden guardarle sorpresas.

Serena tenía 19 años el día en que, en una final contra Kim Clijsters, recibió un amargo destrato en Indian Wells, de parte de un público que se creía estafado. La gente entendía que la suspensión de la semifinal entre ella y su hermana, el día anterior, por una lesión de Venus, había sido el producto de un arreglo urdido por el padre, Richard. La ofendió con un rencor furioso, le dirigió insultos de tinte racista. A Serena la agresión le dejó un dolor profundo y prometió no volver nunca más.

El tiempo es un agente transformador incomparable. Pero no el tiempo vacío...

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