Separados por el running: el lado B de un deporte masivo

Al principio dejaron de salir los viernes y los sábados para que él estuviera "bien descansado". Después fue la comida: proteínas de alta calidad casi con exclusividad durante la semana e hidratos de carbono sólo en las horas previas a la gran carrera. Y luego llegaron los entrenamientos cada vez más exigentes y demandantes en la semana, los viajes, los gastos asociados a esos viajes y la obsesión por tener las últimas zapatillas del mercado, además de otros dispositivos para asegurar el máximo rendimiento. El running terminó convirtiéndose, para Julieta Z., en una actividad (ajena) de tiempo completo e incompatible con la vida en pareja.Algunos aceptan ese fanatismo por las carreras que les resta vida junto al ser amado. Otros terminan contagiando ese fanatismo y suman a su media naranja. Y otras tantas parejas acaban disolviéndose, como la de Julieta, que se separó de ese hombre con el que vivía hacía más de un año, pero que ya sentía un extraño desde que se volvió un verdadero adicto al running.Hoy, las únicas maratones que Julieta tolera son las de lectura, las que comparte cada domingo desayunando en la cama con su nueva pareja, publicista como ella, que "no corre ni el colectivo"."El detonante fue que me echara en cara que no había en casa dulce de membrillo, que se usa para desayunar antes de la maratón y durante la carrera para tener energía. A mí ni siquiera me gusta. Lo odio. Se puso loco y ahí me saltó la ficha. Estaba obsesionado con el tema", dice Julieta, que asegura que los primeros tiempos lo apoyaba y lo alentaba desde la línea de largada, con frío y hasta con lluvia, pero después se cansó: no estaba dispuesta a resignar las mañanas del domingo ni las salidas fin de semana ni los asados con amigos.Detrás de este deporte de moda con más de 100 carreras al año (a razón de una cada tres días y medio) y cerca de medio millón de participantes sólo en Buenos Aires, estallan y hacen eclosión varias parejas. Son muchos los corredores que reconocen que las maratones terminaron con su vida amorosa, sobre todo, cuando el otro no comparte ni comprende la pasión por correr.De hecho, los problemas de pareja son temas que se comentan y debaten en los grupos de running, que han proliferado a lo largo y ancho del país. Allí, entre calentamientos previos y estiramientos posteriores al entrenamiento, hay lugar para la catarsis grupal. Y también hay espacio para que se generen vínculos de compatibilidad que, quizá, no se encuentran en la pareja actual (otro...

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