'El señor Divorcio... y señora'. La historia de amor que nació como un delito, llegó a la Corte y cambió una ley de 100 años

Hace 44 años que Juan Bautista Sejean y Alicia Kuliba están juntos

Hasta junio de 1987, para el ordenamiento jurídico argentino, los divorciados no tenían derecho a una nueva oportunidad y se los condenaba a vivir en soledad. Los divorciados que decidían rehacer sus vidas y convivir con otra persona cometían "adulterio", un delito castigado con pena de hasta un año de prisión.

En pocas palabras, antes, el "hasta que la muerte los separe" era literal porque el vínculo matrimonial era indisoluble. Pero hubo una pareja de abogados, Juan Bautista Sejean (84) y Alicia Kuliba (68) que rechazó esta imposición y decidió luchar contra la hipocresía de la época obligando a la Corte Suprema de Justicia de la Nación a tomar el toro por las astas. En definitiva, fue una historia amor y el empeño de no ceder ante lo que consideraban injusto el puntapié inicial que cambió una ley centenaria.

"Me dijeron de todo. Que estaba loco o me llamaban ‘el abogado del diablo’. Nadie daba dos centavos por mí pero había 2 millones de personas en nuestras misma condición. Era una ley absurda, exactamente igual a la que regía en Roma dos mil años atrás. Si te habías equivocado en la elección, te condenaban a vivir toda la vida en soledad porque si volvías a compartir un techo con otra mujer te convertías en adúltero, que era un delito" , cuenta Juan y Alicia asiente, al recordar aquellos tiempos cuando decidieron plantear judicialmente la inconstitucionalidad del artículo 64 de la Ley 2393 de Matrimonio Civil.

La historia: Una ley centenaria

Su reclamo polarizó a la sociedad y obtuvo el rechazo inmediato de la Iglesia. Para comprender el trasfondo del asunto, es necesario un breve repaso por la historia de la norma. En un comienzo, el matrimonio estaba regido por el derecho canónico, es decir que, era la Iglesia la que tenía el control sobre el tema. En 1888, con el dictado de la ley 2393, el matrimonio y el divorcio comenzaron a regirse por el Estado, aunque en varios aspectos estaban influenciados por la regulación católica. De esta manera, el artículo 64 de esta ley establecía que el divorcio consistía "únicamente en la separación personal de los esposos, sin que se disuelva el vínculo matrimonial". No se autorizaba a los divorciados a contraer nuevas nupcias y para conseguir el divorcio había que probar "la culpabilidad" de algunos de los cónyuges, es decir debía haber incumplido alguna de las obligaciones matrimoniales, tales como cohabitación o fidelidad.

Juan y Alicia conservan las revistas y diarios de la época en la que protagonizaron una batalla jurídica que cambió la historia del divorcio en el país.

La previa: "A nosotros no nos interesaba casarnos"

En 1980, cuando Juan conoció a Alicia, era juez de instrucción, tenía 42 años y dos hijos. Ella, era 15 años menor y también trabajaba en la Justicia, era secretaria en la Cámara del fuero Contencioso Administrativo. Ambos estaban divorciados cuando empezaron a salir. Para él, fue amor a primera vista: "Yo estaba convencido de que iba a ser mi mujer", dice, mientras mira a Alicia que le devuelve una mirada cómplice y atribuye al "buen verso" de Juan su flechazo.

Enseguida, los enamorados decidieron mudarse juntos y a los tres años, nació Natalia. "La estábamos buscando con muchas ganas", dice Alicia y recuerda que en su caso, al estar divorciada, tenía vedado "de por vida" el derecho a ser madre legítimamente. "Si tenía un hijo...

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