Los secretos de la semilla del loto

A veces es solo cuestión de mirar. O de entender lo que se mira. Esto que sigue -y sus derivaciones, de las que todavía no puedo anticipar nada- empezó en la entrada de un vivero de Benavídez.

Dispuesto a volverme autosuficiente en aromáticas, fui ese día a comprar un laurel. Imaginé una plantita tímida, pero terminé comprando un señor laurel de un metro ochenta, que ya ha cooperado en numerosos filetos, pepinos a la vinagreta y berenjenas al escabeche. Costó hacerlo entrar en mi vehículo, pero esa circunstancia me permitió reparar en un detalle precioso. De un estanque en frente del local emergían varios lotos hermosos e inmensos. Hay pocas flores que se comparen con su belleza a la vez exótica, inspiradora y mística. Pero lo que había notado era mucho más conmovedor.

Reclinado el señor laurel en el asiento del acompañante, volví sobre mis pasos y le dije a mi proveedor de plantas, tierra y macetas:

-Esos lotos que tenés ahí afuera están llenos de semillas, ¿te diste cuenta?

No, no se había dado cuenta. Pero tampoco pareció concederle mucha importancia. Así que le pregunté si no me regalaba algunas, cosa que hizo con cortés generosidad, y volví a casa con el mítico árbol que alguna vez fue la náyade Dafne y dos semillas espirituales. Mientras manejaba de regreso pensaba en el monumental cruce de culturas que había dentro de mi coche en ese momento.

Por supuesto, no tenía ni la más mínima idea de si los lotos podían reproducirse a partir de semillas. Sonaba más razonable hacerlo por medio de sus rizomas. Pero las semillas tienen un valor alegórico incomparable. Mi araucaria vino desde Bariloche en un bolsillo de mi campera y pronto cumplirá 30 años. Si todo sale bien, vivirá todavía otros mil.

Como era de esperarse, en los lotos todo tiene un destello de divinidad. Sus semillas se encuentran en el tercer lugar entre las más longevas que se conozcan. El American Journal of Botany informó, en noviembre de 1995, que una semilla de 1300 años hallada en China había germinado sin tropiezos. Por entonces, era la más perdurable de la historia. En 2005 y 2007, otras dos especies le arrebataron el primer lugar. Pero, en todo caso, ahora tenía el dato que estaba...

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