Saramago, un autor que anticipó la peste

Este año, debido a la inesperada llegada del Covid-19, el nombre de José Saramago reapareció en el debate público porque se le atribuyó un carácter anticipatorio a algunas de sus obras, en especial Ensayo sobre la ceguera (1995), en la que seis personajes anónimos deben sobrellevar las consecuencias generadas por una pandemia de "ceguera blanca". Tres años después de la publicación de ese libro, el escritor nacido en 1922 en la pequeña localidad portuguesa de Azinhaga recibía el Premio Nobel de Literatura. Hasta hoy, es el único portugués que obtuvo ese reconocimiento. En su discurso ante la Academia Sueca, Saramago comenzó por recordar con "humildad orgullosa" a su abuelo materno, un campesino, para luego, en un giro inesperado, atribuirles a los personajes literarios magisterio sobre su vida: "Ahora soy capaz de ver con claridad quiénes fueron mis maestros de vida, los que más intensamente me enseñaron el duro oficio de vivir, esas decenas de personajes de novela y de teatro que en este momento veo desfilar ante mis ojos, esos hombres y esas mujeres, hechos de papel y de tinta, esa gente que yo creía que iba guiando de acuerdo con mis conveniencias de narrador y obedeciendo a mi voluntad de autor, como títeres articulados cuyas acciones no pudiesen tener más efecto en mí que el peso soportado y la tensión de los hilos con que los movía".De la vida vivida a la escrita, su obra se apoya en las voces de los otros y, si bien no podrá nunca transformar el mundo, amplía el horizonte de la experiencia. Conoció la fama recién en la década de 1980, más cerca de los sesenta que de los cincuenta años. Luego de la publicación de El Evangelio según Jesucristo (1991) tuvo que soportar un insólito caso de censura cuando el gobierno de su país vetó su nombre para el Premio Literario Europeo porque podía ofender a la Iglesia católica (cosa que, en efecto, sucedió). Así el autor protagonizó un episodio más en la historia de las lecturas equívocas y la censura. "Puedo estar fuera de la Iglesia, pero no del mundo que la Iglesia creó", dijo. A partir de ese momento, abandonó Portugal y se instaló en la isla española de Lanzarote (su "balsa de piedra") y allí murió el 10 de junio de 2010, a los 87 años.¿Cómo hubiera querido ser recordado Saramago a diez años de su muerte? "Sus lectores sabemos que el hecho de ser el primer Premio Nobel de lengua portuguesa le habría importado menos que la huella de su discurso de aceptación, en el cual afirmó que su abuelo...

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