Al rompecabezas opositor le falta una pieza clave

El radicalismo inició anteayer una gestión para invitar a Roberto Lavagna a secundar a Ricardo Alfonsín en su fórmula presidencial. Alfonsín y Hermes Binner no interrumpieron sus conversaciones y hasta podrían reunirse el próximo domingo. Pero el matrimonio, en el sentido de compartir una propuesta nacional, está roto . En ese contexto hay que leer la carta en la que Alfonsín presentó ayer a Francisco de Narváez como candidato a gobernador de su partido en la provincia de Buenos Aires.

Lavagna venía rechazando las propuestas de los radicales con el siguiente argumento: "Ustedes tienen todavía un compromiso con el socialismo, que fue ratificado por la Convención Nacional; para empezar a hablar hace falta que liquiden ese acuerdo". La aproximación es trabajosa. Lavagna escucha ofertas del duhaldismo y, además, conserva algunos malos recuerdos de la campaña en que la UCR lo llevó como candidato a presidente, cuatro años atrás. Además, un grupo de empresarios le entregó días atrás una encuesta que lo envalentonó: allí él aparece, sin hacer campaña, con 12% de intención de voto, mientras que Alfonsín registra un 18%. Para convencer a Lavagna los radicales han buscado a algunos mediadores, como Javier González Fraga.

El alejamiento entre Alfonsín y Binner es muy revelador de algunas características del juego político posterior al deceso de Néstor Kirchner. Con esa muerte la oposición perdió un activo valiosísimo. Kirchner registraba índices de imagen negativa que garantizaban una ola de voto castigo muy favorable a sus adversarios.

Por su figura pasaba, para usar la fórmula clásica de Mao, la contradicción principal de la Argentina. Era una pésima posición para alguien que, además, debía competir con un sistema electoral con segunda vuelta. El ballottage no fue inventado para promover, sino para impedir la llegada de alguien al poder. Era el problema en que estaba envuelto Kirchner cuando lo sorprendió la muerte.

Su viuda, la Presidenta, trabaja desde hace siete meses para desmontar esa polarización. Redujo a sólo un par los innumerables conflictos heredados de su esposo. Escondió entre bambalinas a las figuras más desprestigiadas de su equipo y ubicó al frente de la escena a un elenco menos vapuleado. Exhibe su duelo a toda hora, en busca de la última gota de empatía. Sus discursos ya no denuncian enemigos ni conspiraciones; proclaman que ha llegado una edad de oro en la que las transformaciones emprendidas por su esposo han sido coronadas por...

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