Romagnoli, aquel pibe que llegó a ser ídolo a pura gambeta

InolvidableLa rompía. Si se permite el término futbolero, la dejaba así de chiquita. A la pelota, claro. Rápido, vertiginoso, hábil, insolente. Un pibe de barrio, de los de antes. De los que sobrevivían en los potreros, en las esquinas de casas usurpadas, en los parques convertidos en canchas de fútbol. Leandro, Pipi desde siempre por una complicidad familiar, tenía como novia a la pelota, como tantos camaradas de aventuras entre las calles desvencijadas de Villa Soldati. Sin embargo, Leandro, Pipi, la llevaba atada. Era un 11 de los de antes, siempre cerca de su viejo amigo, Juan Carlos Padra, aquel chico hábil, aunque algo discontinuo, que actuó en Huracán. Desde los cinco años en Franja de Oro, un modesto club de Nueva Pompeya, entre gambetas y sueños de primera. "Jugaba de once, bien de wing, como mi papá, que también fue jugador. Padra era el diez del equipo, el que manejaba todo; yo estaba más cerca del arco", le contó, alguna vez, a la nacion, aquel chico convertido en ídolo. Aquella promesa barrial que construyó el deseo más ferviente de la historia. Campeón de la Copa Libertadores. El jugador azulgrana más ganador de la historia. Ni en los sueños más atrevidos firmaba esa declaración. El ídolo, el emblema, el capitán. El número 10 que se quedó para la eternidad sentimental.De Franja de Oro, ocho años después, Romagnoli cambió de barrio: al Bajo Flores, apenas a unas cuadras de su vieja casa. Una alarma sonó en la familia: su padre y su tío son fanáticos de Huracán. No se pierden un partido. Rita, su madre, su debilidad, la imagen que la marca conserva sobre su piel, en el centro del corazón de un cuerpo regado en tatuajes, viajó directo al amor maternal. Leandro, el Pipi, se hizo de San Lorenzo. Iba a jugar en San Lorenzo. Iba a hacer historia en San Lorenzo.De la avenida Rabanal al 2000 y pico a la historia grande. Petiso, atorrante, divertido. "Es un pichón de crack", advierte Oscar Ruggeri, el técnico de entonces, que lo empuja a primera. "Entrá y divertite", le susurra, como los entrenadores de antes. El 13 de diciembre de 1998, con 17 años, se presenta contra Racing, un salto al vacío entre la sexta división y la primera. Flequillo, claritos rubios, camiseta al viento. Goles, amores y títulos. Lo que sigue para Romagnoli, es básicamente lo que sigue para San Lorenzo: partícipe de dolores imborrables y vueltas olímpicas como nunca antes en la sufrida y nostálgica reseña santa. "Tiene un futuro enorme. Si se...

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