Roma, eterna y maliciosa

La grande bellezza , que hoy se estrena en los cines argentinos con su título original en italiano, dejó atrás la controversia que el año pasado dividió casi por partes iguales a los críticos de su país para embarcarse en un viaje casi imparable rumbo a la consagración definitiva en Hollywood. La película de Paolo Sorrentino desde hace un buen tiempo es la gran favorita para llevarse el Oscar a la mejor película extranjera, y sus posibilidades aparecen aún más reforzadas después de ganar ese mismo premio en los Globo de Oro y, el último domingo, en la ceremonia de los Bafta, equivalente británico del Oscar.Desde hace un año, cuando se conoció como participante de la competencia oficial del Festival de Cannes, La grande bellezza recorre el mundo como una suerte de versión actual ("vulgar y feroz al mismo tiempo", según la primera reacción del Corriere della Sera) de La dolce vita . "Quería mostrar la realidad de Roma y de su gente con un ojo crítico y, por qué no, malicioso", reconoció Sorrentino en un diálogo que mantuvo con LA NACION.La charla con Paolo Sorrentino se produjo en septiembre último en Toronto, cuyo importante festival de cine fue una de las primeras cajas de resonancia que La grande bellezza encontró antes de iniciar su recorrido, hoy casi libre de obstáculos, rumbo al premio máximo que Hollywood entrega cada año a las películas no habladas en inglés. El mismo Oscar que el 7 de marzo de 2010 Juan José Campanella trajo a la Argentina gracias a El secreto de sus ojos.Lo que usted cuenta tiene el espíritu fantástico de una creación, pero a la vez se sustenta en un escenario y unos personajes bien arraigados en la realidad de Roma.Quise mostrar sobre todo ese cansancio vital que puede percibirse estando en una gran ciudad, no sólo Roma, y viviendo la vida de una determinada manera. También me detuve en esa sensación de vacío que puede atravesarnos, porque en una gran ciudad nos encontramos en un estado de perpetua transición, sin llegar en ningún momento a alcanzar algo tangible, concreto y sobre todo íntimo.Cuesta pensar desde la intimidad un personaje tan sociable y expansivo como Jep Gambardella, el protagonista del film.Es que las grandes ciudades son enemigas de la intimidad, que es la única forma de belleza permanente. Ellas, en cambio, suelen prometer una belleza fugaz y momentánea, que justamente por esa razón se convierte en algo frustrante.Pero Roma no es una ciudad cualquiera. Allí uno puede captar al vuelo algo de esa belleza...

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