Los robots vienen marchando

Leo en una nota reciente que hay muchísimos puestos de trabajo que en un futuro próximo serán sustituidos por robots. El fantasma de la automatización acecha a muchos sectores, entre ellos la industria de la construcción, las finanzas, el cine y la prensa, y pone en jaque a un gran número de empleos: cajeros de banco, analistas financieros, obreros y operarios, trabajadores agrícolas, choferes de taxis, periodistas y hasta actores. Allí donde hay tracción a sangre, en un puñado de años podría haber robots mecanizados con forma humanoide o programas de software de inteligencia artificial que, además de ser más efectivos, no piden aumentos de sueldo ni toman café.

La lectura de la nota me despertó una pregunta más instintiva que racional: ¿no estamos ya trabajando, incluso viviendo, como robots? Al menos, no hay duda de que cada día estamos más automatizados. La hiperconectividad se encarga de aumentar el número de reacciones automáticas con las que respondemos a los estímulos del teléfono inteligente que llevamos adosado a la mano. Según un estudio de Apple, la gente desbloquea su celular entre 80 y 110 veces al día. Se responde al mail, al WhatsApp, se chequean Facebook, Snapchat, Instagram. La automatización llegó a tal punto que ya ni falta hace el estímulo. Aunque no suene el bip, a cada rato, y en cualquier circunstancia, el ojo busca la palma de la mano. Donde debía estar la línea del destino hoy tenemos un smartphone, puerta de entrada a la promesa sin fin del mundo virtual. En lugar de saciarse, allí la sed se confirma y aumenta.

"Los estudios demuestran que cada vez somos menos capaces de tolerar el tiempo que estamos a solas con nuestros pensamientos. Necesitamos conectar con nosotros mismos", advierte Sherry Turkle, psicóloga y profesora del MIT al diario El País. "La cultura de estar siempre conectado mina la creatividad de la gente, su capacidad para la soledad, sus relaciones."

A los robots no se les pide creatividad, sino efectividad. En el mundo de hoy, ambos valores parecen estar enfrentados. Y disculpen si de joven leí con fervor a Bradbury, a Sturgeon, a Alfred Bester, pero a veces me parece que en estos días la efectividad de la máquina amenaza la creatividad del hombre. Con un agravante: le efectividad es un valor subordinado a un fin ulterior, y aquí una pregunta se impone: ¿qué fin persigue hoy la tecnología? Apelo a la lucidez de Evgeni Morozov, autor de La locura del solucionismo tecnológico: "Las redes sociales son...

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