Robo en el museo: un Murillo y un Goya, botín de un grupo paramilitar

Había en la Argentina un clima de esperanza; faltaba poco más de un mes para que Raúl Ricardo Alfonsín asumiera como el primer presidente en el retorno de la democracia después de la larga noche. En noviembre de 1983 la última dictadura militar se extinguía, inexorablemente. Y los grupos de tarea, los paramilitares y los agentes inorgánicos de inteligencia, decididos a no dejar sus armas y a aprovechar los "conocimientos adquiridos", ya se reconvertían hacia el delito común, con más o menos complejidad.El miércoles 2 de noviembre de 1983, un puñado de minutos antes de las 8, un empleado del Museo de Arte Decorativo "Firma y Odilo Estévez", de Rosario, baldeaba la vereda para dejar todo reluciente para la apertura al público. Tres tipos que llevaban mameluco azul y que ni se habían preocupado por ocultar sus rostros lo sorprendieron; cuando los miró, tres armas lo encañonaban allí, a solo un par de cuadras del Monumento a la Bandera y de la costanera del Paraná. Una vez dentro redujeron a dos mujeres que vivían en la casona con fachada de mármol que aquel gallego que hizo en el país una fortuna como yerbatero compró en 1922, frente a la plaza 25 de Mayo.El resto fue un trámite: con sus víctimas amordazadas, se dirigieron a las salas Francesa y Española, donde se exhibían tesoros del arte europeo de los siglos XVII y XVIII. Descolgaron cinco cuadros, separaron las telas de sus bastidores con la pericia de un especialista y se llevaron Retrato de un joven, de Doménikos Theotokópoulos, El Greco; El profeta Jonás saliendo de la ballena, de José de Ribera; Retrato de Felipe II, atribuido a Alonso Sánchez Coello; Doña María Teresa Ruiz Apodaca de Sesma, de Francisco José de Goya y Lucientes, y Santa Catalina, de Bartolomé Esteban Murillo. Sin oposición, subieron al auto en el que habían llegado y escaparon con un botín valuado en al menos 12 millones de dólares.La audacia del golpe y algunas otros indicios llevaron a los investigadores a sospechar que el robo en el Museo de Arte Decorativo de Rosario era obra de lo que pronto se conocería como la "mano desocupada" de la dictadura. Aparecieron nombres y apellidos vinculados tanto a los grupos de tareas parapoliciales como a los secuestros extorsivos, los robos de camiones de caudales y bancos y, también, de obras de arte.Se abrió la causa 897/1983 en el juzgado de 1ª instancia de Rosario, entonces a cargo de René Bazet, que llegó a dictar algunos procesamientos que, finalmente, fueron revocados por...

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