El riesgo de fractura del entramado social

Por Diana Kordon , Lucía Edelman y Darío Lagos

Nos acercamos a un fin de año con una escena social enrarecida. Lo ocurrido en los últimos días nos ha dejado un sabor amargo. En medio del acuartelamiento policial y del sospechoso accionar organizado en los saqueos que recorrieron diferentes lugares del país, estalló violentamente una crisis cuyos prolegómenos se venían anunciando. Apartados de acuerdos preexistentes de convivencia, diferentes grupos se enfrentaron en las calles. Las escenas de confusión y desesperación se reproducían como en espejo en las distintas provincias, ante un gobierno nacional y gobiernos provinciales que al principio privilegiaron disputas entre ellos y luego fueron impotentes para contenerlas.

Las circunstancias son complejas y están atravesadas por múltiples variables que reconocen enlaces , pero no un único centro de determinación.

La amenaza de fractura del entramado social va adquiriendo fuerza de realidad. Esta situación crítica se produce sobre el fondo de un deterioro de las condiciones materiales de existencia de la mayoría de la población. Emergen problemas de fondo que la épica K de la década ganada daba por resueltos. Ya no islas, sino zonas de extrema pobreza se extienden por todo el territorio nacional, agravadas por los efectos de la inflación de los últimos meses. Lejos de la proclamada "inclusión", la década muestra una profundización de la desigualdad, que incluso coloca entre los últimos escalones de la pirámide, en muchas provincias, a sectores de trabajadores estatales. Muchos han advertido los problemas derivados del altísimo número de los llamados ni-ni, los jóvenes que ni estudian ni trabajan.

Por un lado, el malestar se fue expresando en numerosas y permanentes protestas sociales. Eran la contrapartida del soberbio fanatismo oficial que, negando la realidad, producía frustraciones y desencanto en las mayorías populares.

Pero la gravedad de los hechos ocurridos y la generalización de una crisis de pertenencia obligan a prestar atención a síntomas y signos de otra naturaleza que se venían insinuando, como múltiples violencias cotidianas en el fútbol, en las escuelas, de género, delitos con un nivel de violencia sin sentido.

Las múltiples hendiduras que fracturan el tejido social, que se presentan en un atravesamiento horizontal en los llamados enfrentamientos de pobres contra pobres, o en los robos al vecino, encuentran su lógica en lo vertical, en los modelos que se proponen desde los...

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