Rey de la comedia, rey de la tragedia

La memoria es el vasto territorio de lo que aún no recordamos. Resulta difícil no estar de acuerdo con esta idea del poeta español José Ángel Valente. Vista de esta manera -que es como debe ser vista-, la memoria es un colosal reservorio de evocaciones desconocidas hasta que algo las saca finalmente a la luz y pensamos entonces en ellas. Por ejemplo, yo no había pensado mucho en Jerry Lewis, hasta que se murió, el domingo pasado.

Pero eso no quiere decir que también Jerry Lewis no habitara ese vasto territorio del que hablaba Valente, y que en cada uno de nosotros es diferente. Podemos ser iguales a los demás en casi todo menos en dos cosas: en las lecturas que nos hicieron quienes somos y en la memoria.

Lewis está en la memoria de muchos de nosotros, es cierto, pero no del mismo modo. Todos los sábados de la infancia (¿a la tarde?) pasaban por televisión películas suyas (películas en las que actuaba o que había dirigido). Yo las veía en los años ochenta, 20 o 30 años después de su estreno, pero en cualquier caso eran un estreno para mí. De todas esas películas que vi, saltó repentinamente una de ellas, y sin duda salió de la memoria esa y no otra (ninguna otra), porque también allí el problema de la memoria, el recuerdo y el olvido se ponían en escena.

Esa película era y sigue siendo Living It Up (que en la Argentina se conoció como Más vivos que muertos), y se estrenó en 1954. La trama entera apareció de golpe. Lewis (Homer Flagg en la ficción) es un trabajador ferroviario que vive en Nueva México y quiere conocer Nueva York. Un día -por una peripecia que olvidé para siempre- descubre un auto abandonado en un campo de pruebas atómicas. Le diagnostican contaminación radiactiva y le dan un pronóstico (equivocado) de tres semanas de vida. Luego, una periodista de un diario neoyorquino convence al editor de cumplirle a Homer el último deseo (el viaje a Nueva York) y tener una cobertura entonces exclusiva del caso para el diario. Cuentan para eso con la complicidad de Dean Martin, aquí un médico de pueblo, que sabe que el otro es...

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