Resistencia temprana, reconocimiento tardío

Resistir, según el filósofo alemán Josef Pieper, es la manifestación más sublime de la fortaleza, una cualidad heroica que en circunstancias especiales adquiere valor de ejemplaridad. Las sociedades pueden darse las mejores leyes e instituciones, pero el camino hacia su perfeccionamiento o su decadencia está marcado por la prevalencia del ejemplo de los justos o la aparente victoria del corrupto.

Las conductas ejemplares deben ser siempre destacadas, pues en ellas abreva la historia para construir el futuro. Quienes resistieron tempranamente la violencia y el afán hegemónico que primaron en la pasada década populista, cuando sus líderes estaban en la cumbre del poder, blindados por una impunidad que condenaba a la soledad y el ostracismo cualquier resistencia, merecen hoy todo nuestro reconocimiento aun cuando éste sea claramente tardío.

Muchos son quienes pueblan esta larga lista de funcionarios públicos. Algunos ejercieron la resistencia silenciosamente; otros tomaron estado público. Recordamos a Sergio Acevedo, dos veces intendente de su pueblo, legislador provincial y diputado nacional, que en 2003 fue súbitamente catapultado del cargo de secretario de Inteligencia del Estado para recalar en la gobernación de Santa Cruz, desde donde su afán por resistir estoica y dignamente a los perversos designios de Kirchner no tardó en devolverlo en 2006 a su pago chico, cercano a sus albores de maestro de la escuela salesiana en Pico Truncado.

El ex procurador santacruceño Eduardo Sosa, quien investigaba causas molestas para el poder, fue desplazado de su cargo y aun cuando la Justicia ordenó en cinco oportunidades su reposición la provincia nunca cumplió.

Numéricamente más relevante por tratarse de acciones de resistencia colectiva, cabe incluir también a funcionarios de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) que descubrieron, allá por 2007, las primeras groseras inconsistencias en los negocios y el intempestivo enriquecimiento de Lázaro Báez, cajero de banco y amigo presidencial devenido millonario concesionario de obra pública. Frente a aquellos reveladores hallazgos, aun a sabiendas del riesgo que corrían, avanzaron en la investigación de los hechos a la luz del delito penal tributario. Su valiente trabajo disparó pronto el primer blanqueo de capitales del kirchnerismo, una solapada ley a la medida de Báez, al tiempo que su imperdonable audacia fue reprimida con una increíble ristra de expulsiones, renuncias forzosas y cesantías...

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