Nos hemos resignado a las mentiras

Uno de los fiscales más valientes, lúcidos y honestos que ha producido la Argentina se llama Julio César Strassera. Se desempeñó con sobriedad en el juicio a las Juntas y mantiene una impecable conducta ciudadana. No cultiva las mentiras. Desde sus entrañas, como un profeta solitario, de vez en cuando dispara artillería pesada contra los desaguisados que hunden nuestro país en una ciénaga de inmoralidad y decadencia. Pocos se atreverían a decir, por ejemplo, que "esta gente h a hecho en un gobierno democrático cosas que no se animó a hacer la dictadura" . Agregó con igual contundencia: "Éste es un gobierno de ladrones". No escatimó en denunciar la mentira que reina en torno a los derechos humanos, de los que, afirma, hay una utilización política. "Los dos Kirchner jamás se interesaron por los derechos humanos y las madres no pudieron ir a Santa Cruz mientras gobernaba Kirchner." A Strassera no le tembló la voz cuando se refirió a Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto. "Lo de Hebe no me sorprendió, pero lo de Carlotto sí." También fue durísimo con la designación de César Milani como jefe del Ejército. "Hoy, hay militares presos por mucho menos de lo que se le atribuye a Milani", dijo. Incluyó, en el tenebroso mapa, a la Justicia. " Se quiere colonizar el Poder Judicial para garantizar impunidad futura; esta gente teme que si viene un gobierno decente va a tener que responder ante la Justicia."

El discurso político ha degenerado en casi todo el mundo, pero llevamos una horrible ventaja. Mediante la mentira frontal o encubierta, las palabras se usan para fines distintos de su real significado. Entre nosotros llamamos progreso al retroceso, democracia al autoritarismo, público a lo gubernamental, Indec a la distorsión impune de las cifras, federalismo a la genuflexión ante la Casa Rosada y a la entrega de los bienes del país a su discrecionalidad, inclusión a mantener excluidos a millones de ciudadanos mediante subsidios paralizadores. Es fácil identificar más mentiras, pero este espacio tiene sus límites.

La machacona y desvergonzada propaganda ha impuesto en amplias franjas sociales una visión errónea. Los autodenominados protectores del pueblo parecen ser, en gran medida y según revelan las investigaciones periodísticas y judiciales, saqueadores de la riqueza nacional. La debida transparencia inherente a una democracia verdadera es encubrimiento tenaz y hasta burlón. La República es desguazada sin clemencia delante de nuestros ojos. Día tras...

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