Réquiem de John le Carré por un mundo acabado: 'El país en el que él creyó se estaba evaporando'

John Le Carré murió en diciembre de 2020, a los 89 años

MADRID.- Un caballero inglés que se deja caer por una nueva librería de pueblo y que entabla amistad con su dueño hasta el punto de sugerirle una comunidad en torno a los clásicos podría ser tan entrañable como parece, salvo —¡cuidado!— en una novela de John le Carré . El viejo maestro de las novelas de espionaje, fallecido de neumonía a los 89 años hace 13 meses , no nos abandonó a nuestra suerte sino que dejó sembradas sorpresas. Y la más importante de ellas sale ya a la luz: Proyecto Silverview (Planeta) es su obra póstuma, un auténtico réquiem por ese mundo británico que ha descarrilado. La novela -que llegará a las librerías argentinas en marzo- guarda claves de su pensamiento decepcionado y de una concepción de la lealtad aferrada a los principios por encima de cualquier imposición. Como El Cid, Le Carré seguirá ganando guerras después de su muerte.

"Es un réquiem por el servicio de inteligencia tal y como él lo había descrito hasta entonces", cuenta su hijo más joven, Nick Cornwell, por videoconferencia desde Londres. "En todas sus novelas siempre quedaba alguien íntegro como Smiley que hacía lo que había que hacer, capaz de llevar el Santo Grial y sacar el mundo adelante en medio de una catástrofe. Y en esta novela ya no queda nadie. Creo que mi padre encontró esa idea muy difícil cuando la escribió y que esa es una de las razones por las que la guardó".

Tres años antes de su muerte, el maestro del espionaje encargó a Nick Cornwell, su hijo menor, que se hiciera cargo de su obra póstuma

Tres años antes de morir, David Cornwell, al que todos conocemos como John le Carré (1931-2020), encargó a su hijo Nick que se hiciera cargo de sus obras si quedaba algo inacabado. Hay fragmentos, hay artículos o material que siguen en revisión, pero lo más completo y coherente que dejó sin publicar fue esta novela de 2014, guardada casi como ese luminoso Santo Grial que solo Smiley podría llevar a su altar. "Estuvo a punto de enviarla para su publicación cuando la terminó y por alguna razón no lo hizo. A veces hablaba de retomarla, de trabajarla más, como cualquier escritor. Cuando fui a leerla yo temía que fuera mala pero me encontré que era perfecta: completa, reflexiva, corta como sus primeras obras, contenida, centrada en la hipocresía británica y muy próxima a Una verdad delicada, que es la perfecta destilación de su escritura", cuenta. La edición ha sido mínima porque, como asegura su...

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